Periodo de iniciativa particular (1519-1560). Al iniciar la expansión económica, territorial y cultural europea a mediados del siglo XV, a partir de las exploraciones marítimas portuguesas y españolas, la Corona hispana no contaba con los recursos financieros necesarios para sostener y conducir las expediciones de exploración y conquista, por lo cual recurrió a los particulares. Los intereses de los inversionistas particulares predominan a través de las “Capitulaciones”, contratos que otorgaban privilegios a particulares a cambio del reconocimiento del dominio español mediante el llamado “Quinto Real”.
PERIODO DE CONTROL MONÁRQUICO ESPAÑOL (1560-1760). Se caracteriza por la tendencia opuesta: se presenta un gradual aumento de la función real en la toma de decisiones y un mayor control de la Corona sobre la administración de los territorios conquistados. Este creciente control marcaría el inicio de una serie de conflictos que desembocarían en las reformas borbónicas del siglo XVIII.
LA CONQUISTA
Comprende 4 procesos:
CONQUISTA MILITAR (1519-1526). Tras establecer enclaves comerciales costeros en África, India y Sureste Asiático, así como colonias en archipiélagos e islas del Atlántico (Cabo Verde, Azores, Canarias, Antillas caribeñas), España y Portugal inician la exploración y conquista de los territorios del occidente (América). Todo el proceso de conquista militar implicó, por supuesto, actos de guerra, en los cuales la superioridad técnica española se impuso siempre, aunque no sin dificultades; pero también implicó un complejo sistema de presiones y manipulaciones, una intensa actividad política llena de negociaciones, discusiones y ajustes a menudo violentos, que condujeron al sometimiento sin lucha armada de muchos señoríos del occidente, centro y sur de México. Sin embargo, las condiciones precarias de la conquista y la colonización, forzaron a los conquistadores militares a mantener vigentes algunas estructuras socioeconómicas y políticas mesoamericanas bajo una apariencia de vasallaje al Rey de España y obediencia al Virrey de la Nueva España. Podemos reconocer 6 fases:
Fase antillana (1515-1519). A partir de la gubernatura de Cuba, ejercida por Diego Velázquez, se organizan expediciones de exploración al occidente; predominan los intereses y proyectos comerciales de Velázquez. En 1515 tocan Panamá. En 1517 y 1518, tocan la península de Yucatán y Tabasco. En 1519, la expedición de Hernán Cortés, con claras intenciones de conquista, desembarca en Tabasco, viaja al norte y funda la Villa Rica de la Vera Cruz, a la cual organiza un Cabildo o Ayuntamiento (gobierno autónomo local). Con esto, Cortés asume autoridad plena, desconoce a Velázquez, reconoce como único superior al Rey de España y justifica su incursión tierra adentro.
“Ruta de Cortés” (16 ago-8 nov 1519). Cortés avanza hacia el centro de México. Durante su trayecto, Cortés observa y aprovecha el descontento de las tribus y étnias mesoamericanas sometidas al despotismo tributario culhua-mexica, concertando una serie de alianzas y pactos contra Tenochtitlan. Ocurren algunos episodios militares, pero predominan las maniobras políticas de Cortés para lograr sus metas.
Estancia en Tenochtitlan (8 nov 1519-30 jun 1520). Cortés llega a Tenochtitlan y es recibido cordialmente por Moctecuhzoma Xocoyotzin. A los pocos días, Moctecuhzoma es apresado y los españoles inician la ocupación militar de facto de la ciudad durante 7 meses. Cortés obtiene información y recursos económicos (botín de guerra); además, establece alianzas con otras etnias, tribus y señoríos de Mesoamérica. El proceso es interrumpido por la llegada a Tabasco de Pánfilo Narváez, enviado por Velázquez para destituir y aprehender a Cortés. Éste sale de Tenochtitlan a combatir a Narváez y delega en Pedro Alvarado. Durante la ausencia de Cortés, Alvarado ordena la Matanza del Templo Mayor, lo cual desencadena el levantamiento de la población culhua-mexica contra los españoles y sus aliados. A la llegada de Cortés, el levantamiento masivo culmina con la deposición y muerte de Moctecuhzoma, la expulsión de los españoles y sus aliados de Tenochtitlan, la pérdida del botín y la muerte de buena parte de los expedicionarios.
Tregua armada (30 jun 1520-30 may 1521). Los españoles se refugian en Tlaxcala, se alían militarmente con los siete señoríos más importantes contrarios al dominio culhua-mexica y construyen varios bergantines para navegar en los lagos del Valle del Anáhuac. La Triple Alianza se fractura al realizarse el pacto entre Texcoco y Cortés. Simultáneamente, una epidemia de viruela (traída por los esclavos negros de los españoles) devasta demográficamente a Tenochtitlan y debilita sus defensas.
Sitio y caída de Tenochtitlan (30 may-13 ago 1521). Los españoles y sus aliados indígenas (los siete señoríos) atacan por tierra a Tenochtitlan, mientras los bergantines atacan desde el lago. Los pueblos que rodean a la capital mexica son tomados gradualmente hasta dejar aislada y sin suministros a la ciudad. La población culhua-mexica resiste tenazmente, pero está debilitada por la reciente epidemia de viruela, por el hambre y por la sed. Luego de 75 días de sitio, Tenochtitlan cae en poder de Cortés. Éste constituye los Cabildos o Ayuntamientos de México y de Coyoacán, a fin de “legalizar” sus actos.
Conquista del resto de Mesoamérica (1521-1526). Tras la derrota culhua-mexica, se disolvió la temporal coalición etnotribal antitributaria, para tratar de continuar cada tribu o etnia su vida social por su cuenta. Aisladas y dispersas, las tribus y etnias fueron presa fácil de los españoles. Los planes de Cortés eran ambiciosos, básicamente consistían en establecer enclaves estratégicos en el Golfo para mantener la comunicación con las Antillas y con España, hacer algo similar en las costas del Pacífico para establecer puertos desde donde partir hacia China e India, y extender el control y dominio del área central de México para afianzar la victoria sobre Tenochtitlan. En esta perspectiva, los españoles lanzaron expediciones de exploración y conquista hacia Tamaulipas y Veracruz (de Pánuco a Coatzacoalcos); hacia Jalisco, Colima, Michoacán, Guerrero y Oaxaca (de Barra de Navidad a Salina Cruz); hacia el norte (Nayarit, Zacatecas, Durango, Sonora y la península de Baja California); hacia la península de Yucatán y hacia el sur (el Soconusco, Guatemala, Honduras y El Salvador). La caída de Tenochtitlan generó un enorme impacto en toda Mesoamérica, casi todos los pueblos mesoamericanos pactaron su sometimiento a los españoles. El resultado directo de todo esto fue que, para 1530, se había establecido una relación formal de dominio entre los españoles y cerca de 500 señoríos mesoamericanos.
CONQUISTA IDEOLÓGICA (1524-1573). El término se refiere al proceso de cristianización e hispanización de las tribus y étnias mesoamericanas durante el siglo XVI; en última instancia, se trató de la occidentalización de las comunidades indígenas americanas como una forma de justificar la expansión imperial europea, especialmente la ibérica. Desde el inicio de las expediciones y campañas de conquista, se presentó en Europa un acalorado debate acerca de la justificación de tales actos. Existían cuatro posturas: si los americanos eran infieles, entonces ocupaban ilegítimamente sus territorios (pero no podían ser infieles, puesto que no conocían el Evangelio); si eran “gentiles”, entonces eran dueños legítimos de sus tierras y los europeos no tenían derecho a despojarlos (esta fue la salida ibérica, tanto española como portuguesa, aunque solo se aplicó en el papel, en los hechos jamás operó); si eran bárbaros salvajes, entonces eran siervos por naturaleza y su dominio no solo era justo, sino necesario (esta fue la salida anglosajona); si eran civilizados, entonces eran iguales a los europeos y la conquista no tenía justificación alguna. A medida que se “legalizó” la nueva condición colonial, el debate se fue acallando. La conquista ideológica fue, en varios sentidos, más radical y violenta que la conquista militar. Los misioneros se esforzaron por destruir todo vestigio de la concepción mesoamericana del mundo y de la vida, iniciaron un proceso de transculturación; sin embargo, justo es decir que no lograron su objetivo del todo, las comunidades indígenas simplemente cambiaron a sus antiguos dioses por santos cristianos, a sus antiguas diosas por vírgenes católicas, pero mantuvieron muchos de sus mitos y ritos tradicionales mimetizados bajo una apariencia cristiana. Podemos reconocer 2 fases en la conquista ideológica:
Fase misionera (1524-1555). Los primeros misioneros, frailes de las órdenes mendicantes (franciscanos, dominicos y agustinos), llegan a México y realizan libre e independientemente su labor. Ensayan diversos métodos de evangelización, crean instituciones novedosas para acercarse a las comunidades indígenas. La labor se centra en educar a jóvenes indígenas de la nobleza para enviarlos después a occidentalizar sus comunidades. Los primeros misioneros no tienen problema en ordenar sacerdotes indígenas ni en permitir la realización de rituales en las lenguas autóctonas.
Fase eclesial (1555-1573). Se redefinen radicalmente las prácticas de los primeros misioneros. A partir de la reunión del Primer Concilio Mexicano, se limitan gradualmente las libertades de acción y de creación de instituciones. Desaparece la ordenación de sacerdotes indígenas, se prohíbe el empleo de las lenguas indígenas en el culto y se fomenta la hispanización sistemática de los indígenas. El proceso culmina con el establecimiento definitivo del Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición en 1571 y la fundación de la Real y Pontificia Universidad de México en 1573. La Universidad garantiza que la educación superior sea solo para europeos o hijos de europeos, y la Inquisición garantiza que el protestantismo y el liberalismo burgués no entren en América. Dos factores explican este cambio: España se encontraba al frente del proceso de Contrarreforma defendiendo la ortodoxia católica frente al protestantismo del norte de Europa; por otra parte, al definirse las estructuras de dominación colonial, la cristianización e hispanización de los indígenas se convierten en política de Estado, con el objetivo claro de mantener la dependencia colonial. Mientras se inicia el proceso de centralización de la toma de decisiones políticas y administrativas del gobierno colonial en manos de la Corona española, se va reduciendo también la libertad de acción de las órdenes religiosas sometiéndolas al control de los obispos.
CONQUISTA ECONÓMICA (1521-1610). Terminada la conquista militar, y simultáneamente con la conquista ideológica, se desarrolló el proceso de dominación económica colonial. Regalías, Tributo y Encomienda-Repartimiento fueron la base de sustentación de la economía colonial inicial. Encomiendas y Repartimientos, como formas de explotación laboral y acaparamiento de tierras, desaparecieron en el siglo XVII, desplazadas por unidades y bases productivas bajo control de la Corona española, cuya injerencia se fue haciendo creciente. Se pueden reconocer 3 fases en este proceso:
Fase de las Mercedes Reales (1521-1524). En su calidad de particulares empresarios, los conquistadores recibían como “pago” una determinada Capitulación (extensiones de territorio concedidas por contrato a los inversionistas de la empresa de conquista, a cambio de reconocer la soberanía española y del pago a la Corona de la quinta parte de las ganancias producidas) y/o Merced Real o Regalía (tierras o solares urbanos entregados en propiedad a los conquistadores militares). Tales Mercedes eran proporcionales al aporte inicial hecho (en armas o en caballos) para participar en la empresa (si el aporte había sido en caballos, se concedía una Merced de Caballería; si el aporte había sido en armas, se concedía una Merced de Peonía). En un principio, los indígenas fueron simplemente sometidos al trabajo esclavo, pero este sistema tendió a desaparecer hacia mediados del siglo XVI, conforme la Corona española fue incrementando su control sobre la toma de decisiones en la Nueva España. Poco a poco, la esclavitud indígena fue sustituida por nuevas formas de explotación.
Fase de la Encomienda (1524-1560). Paralelamente a la esclavitud, se fue desarrollando otra forma de trabajo no libre cuando los conquistadores y sus descendientes lograron obtener Mercedes de Encomienda, es decir, comunidades indígenas que debían servir y tributar al conquistador español encomendero, mientras que este estaba obligado a cuidar que los indígenas recibieran cristianización y buen trato. La Encomienda se originó en la necesidad de colonizar la Nueva España y en la carencia de créditos y capitales para organizar empresas productivas con jornaleros, por tanto, se empleó la mano de obra indígena de forma gratuita, por lo tanto era, de hecho, una forma de esclavitud disfrazada. En cierta forma, el desarrollo histórico de la Encomienda es la historia del enfrentamiento entre la Corona española y los conquistadores privados por el control económico y político de los territorios coloniales. La monarquía española fue desplazando gradualmente a las Encomiendas durante la segunda mitad del siglo XVI, prohibiendo el servicio personal de los encomendados y limitándola a la percepción de tributos que pagaban las comunidades indígenas al encomendero en lugar de hacer el pago directamente a la Corona, después de las estimaciones o valoraciones que hacían las autoridades regionales (Corregidores o Alcaldes Mayores) con la aprobación del Virrey. La razón profunda de este cambio se encuentra no en la defensa del bienestar indígena, sino en el parecido que había entre la Encomienda y el Señorío feudal: el Rey no deseaba el desarrollo de una casta de Señores feudales en la Nueva España. Únicamente en la península de Yucatán lograron mantenerse las Encomiendas.
Fase del Repartimiento (1560-1610). El Repartimiento o Cuatequil surgió en el último tercio del siglo XVI, y consistía en emplear temporalmente grupos de trabajo de indígenas, suponía una retribución salarial justa para el trabajo indígena y que el porcentaje de indígenas “repartidos” no alteraría la vida productiva de las comunidades, todo bajo el control de oficiales reales (Corregidores, Alcaldes Mayores y Jueces Repartidores) y de Caciques o funcionarios de la propia organización política de las comunidades indígenas. El servicio indígena se organizaba de acuerdo a las necesidades de los empresarios españoles (agricultores, ganaderos y mineros) de diversas regiones, esto posibilitó que los abusos y arbitrariedades (trabajos agotadores por tres o cuatro semanas a cambio de un salario miserable) de este sistema fueran constantes gracias a los sobornos y las prebendas a los Jueces Repartidores y a los Caciques indígenas, de tal manera que para finales del siglo XVI casi las tres cuartas partes del monto total del tributo real recaudado se quedaba en manos de los funcionarios coloniales y eso era inaceptable para la Corona española. Solo persistieron los Repartimientos en las regiones mineras del norte.
CONQUISTA POLÍTICA (1521-1535). Al finalizar la conquista militar, sobrevino el problema de la autoridad gobernante en las tierras conquistadas. La Nueva España nació independiente del poder de los monarcas. Por eso la dominación española tuvo en sus orígenes un carácter anárquico y desordenado. El carácter de empresa privada de la conquista de México explica la resistencia de los conquistadores a acatar la autoridad real. Esta cuestión generó una serie de contradicciones entre los conquistadores, y entre éstos y la Corona española, que no cesaron hasta la creación del Virreinato. Las contradicciones internas entre los conquistadores se manifestaron en luchas por el poder entre los jefes militares y en luchas políticas entre estos jefes y los misioneros (inicia el conflicto entre poder clerical y civil). Las contradicciones externas con la Corona española ocurrieron por el deseo real de centralizar el poder y someter a los jefes militares conquistadores a su autoridad, mientras que éstos pretendían gozar de una creciente autonomía y de privilegios ilimitados. Gradualmente, la Corona española logró socavar la autonomía y los privilegios de los conquistadores, imponiendo una administración y una autoridad centralizada, proceso que culminó con las Reformas Borbónicas en el siglo XVIII. Sin embargo, el conflicto entre la autoridad clerical y civil se mantuvo invariable. Se pueden reconocer 3 fases:
Fase de la Capitanía General (1521-1528). Tras la caída de Tenochtitlan, Cortés recibe de la Corona española el cargo de Capitán General y Justicia Mayor de la Nueva España en 1522. Seis meses después, el Rey de España desconoce a Cortés y nombra a Cristóbal Tapia como Gobernador de la Nueva España. Ante la ineptitud de Tapia, el Rey vuelve a nombrar a Cortés como Gobernador y Capitán General de la Nueva España. Poco después, en 1524, Cortés vuelve a ser depuesto y la Corona española envía a Luis Ponce de León y a Marcos de Aguilar como Jueces de Residencia. Estos personajes son asesinados y Alonso de Estrada asume la Gubernatura y Capitanía General. En 1526, la Corona Española nombra como Jueces de Residencia a Alonso Zuazo y a Rodrigo de Albornoz, quienes son depuestos al poco tiempo por Pedro A. Chirinos y Gonzalo Salazar, nombrados por Cortés. Cuatro meses después, un acuerdo entre el Rey de España y Cortés permite el nombramiento de Rodrigo de Paz como Gobernador y Capitán General, pero éste es depuesto y asesinado al amotinarse Chirinos y Salazar para asumir el poder nuevamente.
Fase de las Audiencias (1528-1535). En vista de la anarquía imperante en la Nueva España, el Rey de España resuelve, en 1528, nombrar una Audiencia integrada por Nuño Beltrán de Guzmán, Juan Ortiz Matienzo, Alonso de Parada, Diego Delgadillo y Francisco Maldonado. Muy pronto son acusados de abuso de poder y de corrupción en forma escandalosa, por lo cual son depuestos. Mientras tanto, en 1529, Cortés recibió el Marquesado del Valle de Oaxaca, un Señorío feudal, verdadero Estado autónomo dentro de la Nueva España, que gobernaba: Tacubaya, Coyoacan, Cuernavaca, Toluca, Tlaxcala, Charo (Michoacán), Cuatro Villas (Oaxaca), Tuxtla (Veracruz) y Tehuantepec. Con el tiempo, la Corona limitó el Marquesado a la percepción de tributos y al ejercicio del poder judicial. En 1530 el Rey integra una segunda Audiencia con Sebastián Ramírez de Fuenleal, Alonso Maldonado, Francisco Ceinos, Juan Salmerón y Vasco de Quiroga. La administración pública de esta Audiencia es notable.
Fase del Virreinato (1535-1812). En 1535 la Corona española establece el Virreinato de la Nueva España y envía al primer Virrey: Antonio de Mendoza. Tres razones explican el establecimiento del Virreinato:
La organización indígena previa, centralizada y establecida sobre un gran territorio.
La gran concentración demográfica, económica y política que facilitó el dominio de grandes masa humanas.
La existencia de verdaderos Estados indígenas de cultura avanzada.
Esta forma de gobierno estuvo jerarquizada de la siguiente manera:
Centralización peninsular: Rey, Secretarios de Despacho y Consejo de Indias.
Centralización colonial: Virrey y Audiencia.
Centralización Provincial y Distrital: Gobernadores, Regidores, Corregidores y Alcaldes Mayores.
Centralización Local: Cabildos y Oficiales de Cabildo.
Hacia 1538, el Virrey organiza la división política y administrativa de la Nueva España:
3 Reinos (México, Nueva Galicia y Nuevo León), 2 Gubernaturas (Nueva Vizcaya y Nuevo Santander) y 10 Provincias (Nueva Filipinas, Nueva Extremadura, Nueva Navarra, Sonora, San José de Nayarit, Santa Fe de Nuevo México, Vieja California, Nueva California, Interna Occidental e Interna Oriental).
La etapa colonial duró 300 años, en los que hubo una evolución con sus propias contradicciones y en la cual influyeron los cambios socioeconómicos y geopolíticos que se daban en Europa. Aunque en ocasiones las autoridades españolas intentaron aislar al sistema colonial, sobre todo de las ideas avanzadas que se daban en el resto del mundo, no lo lograron; así como tampoco lograron mantener las rígidas estructuras de dominación.
Periodo Formativo.
(De 1530 a 1650). Caracterizado por el saqueo desenfrenado y violento, la masacre y la disminución acelerada de la población indígena. Durante la segunda mitad del siglo XVI se había realizado, básicamente, la conquista y la evangelización de los pueblos sedentarios de Mesoamérica. Solo persistía la lucha por someter a los grupos indígenas del Norte (Aridoamérica) y de la península de Yucatán. Su sometimiento fue difícil, costoso y prolongado. La terrible disminución de la población indígena por efecto de la guerra y de las epidemias agudizó la carencia de mano de obra esclava y servil. Más de la mitad de la población indígena murió de viruela, sarampión y tifo, a lo que se sumó la mortandad debida a la esclavitud y al traslado forzado que provocó suicidios y baja natalidad. Para paliar esta situación, los españoles importaron esclavos negros de África para proveer mano de obra. Otro rasgo fue la implantación de las Encomiendas y los Repartimientos, que en realidad servían para disfrazar la esclavitud indígena. En el centro y occidente de México, tanto la organización socioeconómica como la organización ideológico-religiosa quedaron polarizadas entre dos mundos: la República de Españoles y la República de Indios. Muchos gobernantes indígenas fueron reconocidos como Caciques o Tecutlis y se les otorgaron tierras bajo propiedad privada, facilitando su “hispanización”. En un principio, se creó una verdadera pirámide de rangos señoriales: sobre los indígenas, se encontraban los funcionarios indígenas, Tecutlis o Caciques; sobre éstos, se encontraban los Encomenderos; y sobre éstos, se encontraba el Gobernador. Se inició el laboreo de las minas, que pronto se volvieron una actividad económica esencial, descuidándose la agricultura. Algunos misioneros denunciaron los malos tratos hacia los indios, pero fueron acallados por la ambición y la codicia del oro y la plata. El creciente mestizaje fue otra característica de esta etapa. Una buena proporción de las riquezas saqueadas de América en estos años, forma parte de la acumulación originaria de capital en Europa.
PERIODO DE INTEGRACIÓN.
(De 1650 a 1750). Durante esta etapa se dio la consolidación del dominio colonial. No tardo mucho la Corona Española en ir minando poco a poco el sistema de privilegios de los conquistadores, a fin de establecer y afirmar su dominio centralizado en la Nueva España: negándose a sostener las Encomiendas y los Repartimientos, reduciendo los privilegios de los conquistadores a la percepción de tributo y a la administración de justicia, estableciendo más tarde una jerarquía de funcionarios coloniales superiores, medios e inferiores, dependientes del mismo Rey (Jueces de Residencia, Oidores, Virreyes, Gobernadores, Regidores, Corregidores, Alcaldes Mayores, Intendentes), interviniendo mediante Regidores en la República de Españoles y de Corregidores en la República de Indios, etc. Paulatinamente, una burocracia corrupta y saqueadora, dependiente de la Corona Española, se entronizó como clase dominante y detentadora del poder: los burócratas peninsulares que integraron una “nobleza” cortesana virreinal, los altos mandos militares y los ricos dignatarios de la Iglesia. No se desarrollaron nuevas fuerzas productivas, simplemente se realizó el saqueo de los recursos naturales, oro y plata en esencia, utilizando métodos rudimentarios, con trabajo esclavo indígena o negro. Aunque la agricultura se desarrolló debido a las Mercedes Reales y a los esfuerzos de la Corona para arraigar a los conquistadores, incrementándose brutalmente los despojos a las comunidades indígenas (hacendados y pueblos inician una histórica lucha por la posesión de la tierra, que aún no termina), los métodos primitivos de cultivo y el empleo de monocultivos mercantiles frenó el pleno desarrollo del potencial agrícola, utilizando al hombre como bestia y esclavo. Unas cuantas manufacturas (obrajes y talleres), para cubrir las ingentes necesidades de la población, y artesanías limitadas, completaron un cuadro de miseria y atraso social. Fue en este periodo cuando tomó cuerpo realmente el monopolio comercial español sobre la América hispana y, como reacción contra éste, aparecieron el contrabando y la piratería practicados por las potencias europeas rivales de España (Inglaterra, Portugal, Francia y Holanda).
Sobre este esquema se edificó una jerarquización social directamente relacionada con la diversidad étnica y económica. Las nuevas clases sociales estaban determinadas, en primer lugar, por la posición que ocupaban en la producción, es decir, si eran dueñas o no de los medios de producción; y en segundo lugar por su origen racial. Varios autores clasifican las clases sociales coloniales de la siguiente manera: en la cúspide se encontraban los europeos, divididos en dos grupos: los peninsulares (españoles nacidos en España) y los criollos (españoles nacidos en la Nueva España). Luego estaban los mestizos (descendientes de españoles e indígenas), que también se dividían en dos grupos: los que descendían de pipiltin (compartían el mismo estatus que los criollos) y los que descendían de macehualtin, (rechazados tanto por las comunidades indígenas como por los europeos). Después se encontraban los indígenas y los castizos (descendientes de mezclas entre españoles, indígenas y negros); y, al fondo de la escala social, se encontraban los esclavos negros traídos de África. La peculiar estructura social colonial no permitía el ascenso de las castas raciales como clase e impedía su mejoramiento individual, limitando su acción a oficios, puestos subalternos ínfimos y servicios domésticos, restringiendo la participación social en las escasas empresas comerciales e industriales (obrajes), dejando como única base económica al latifundio (cobró importancia la hacienda latifundista, con el peonaje como forma de trabajo), sin embargo, los excesivos gravámenes y un sistema agrícola precario no permitieron que la hacienda se convirtiera en pequeña y mediana propiedad útil y productiva, concentrándose grandes extensiones de tierras fértiles en forma de bienes “de manos muertas” acaparados por la Iglesia prestamista, la cual se estableció en forma definitiva como institución plena de poder y riquezas, relegando a segundo término a los misioneros. El único recurso posible de subsistencia era el sacerdocio, el convento, los empleos parasitarios en la administración pública y religiosa, y, por último, la tropa baja y media del incipiente ejército colonial.
Organización Social y Política. Lo que hoy se considera organización social y política se denominaba en el siglo XVII Orden de República. Podemos reconocer dos formas de organización sociopolítica durante este periodo:
República de Indios.
Se procuró que las comunidades indígenas quedaran aparte de las comunidades de españoles. Se establecieron Cabildos indígenas, siguiendo el modelo de gobierno municipal español, sustentados en el colectivismo económico y el patronato religioso, cuyo patrimonio principal eran sus tierras. En las regiones densamente pobladas por indígenas, se respetó la autoridad de los señores tradicionales, procurando que fueran los Caciques y Tecutlis quienes ejercieran como Gobernadores, Alcaldes, Regidores, Alguaciles, etc. El fin era, básicamente, mantener el orden existente, pero occidentalizado. Las autoridades indígenas fueron comúnmente corrompidas por funcionarios españoles, eclesiásticos y encomenderos. El empobrecimiento demográfico y la invasión de las tierras comunales, socavaron estas organizaciones, pero lograron mantenerse durante toda la Colonia gracias al reconocimiento jurídico de los indígenas incluido en la legislación colonial.
República de Españoles.
Las poblaciones de españoles, asentadas en ciudades y villas, eran poblaciones con prestigio y título reconocido. Sus integrantes no tenían, como los indígenas, obligación de tributar. Se consideraban miembros de estas poblaciones a quienes no fueran indígenas, mestizos, castizos o negros, aunque los mestizos descendientes de la nobleza indígena y los mestizos con una débil proporción de sangre indígena se consideraban “españoles”. Los cargos públicos y el ejercicio profesional estaban reservados para estas poblaciones. Los mayorazgos hacendarios también eran exclusividad de estas poblaciones.
Organización Agraria. Si bien el principal interés de la monarquía hispana en sus recién adquiridas colonias americanas se centraba en la explotación de metales preciosos (oro y plata), pronto fue evidente que la Nueva España (nueva denominación para Mesoamérica) no era particularmente rica en ellos y que su explotación estaba sometida a un par de limitaciones: carencia de azogue (mercurio) para el refinamiento, así como vetas y filones profundos de difícil explotación. Por ello, desde el siglo XVI la Corona española se interesó en el desarrollo agrícola de la Nueva España. La legislación de ese momento se orientó a fomentar la inmigración de labradores españoles y dotarlos de las tierras más apropiadas para la agricultura. Pero la forma en que los españoles fueron ocupando las tierras no se ajustó a regulaciones ni controles efectivos, eran apropiaciones de facto, regularmente de zonas que eran cultivadas y aprovechadas por las comunidades indígenas. Consecuentemente, esto significó el acaparamiento de las mejores tierras y de las aguas en manos de los españoles; de esta manera, el despojo de tierras a los indígenas se hizo cada vez más frecuentes y fue una de las causas más corrientes de la formación de latifundios. Las tierras públicas indígenas dejaron de existir, mientras que las tierras patrimoniales y comunitarias se conservaron. La mayoría de las tierras cambiaron hacia categorías nuevas. Exceptuando la propiedad eclesiástica, se pueden distinguir tres tipos de propiedad agraria en la Nueva España:
Tierras privadas en manos de españoles. Adquiridas por Mercedes Reales, por simple ocupación de tierras “baldías”, por uniones matrimoniales, mayorazgos, despojo de propiedades indígenas, etc.
Tierras privadas en manos de indígenas. Concedidas a nobles indígenas (estancias) y a funcionarios indígenas o caciques, trabajadas por labradores indígenas bajo el esquema de arrendatarios a perpetuidad (terrazgueros).
Tierras comunales indígenas. Conservadas desde la época precortesiana bajo la organización de altepetlallis, calpullis y tlamillis.
La propiedad comunal indígena fue asimilada a la propiedad colectiva de los pueblos españoles. Una parte se destinaba casas, huertas y solares de la comunidad (fundo legal); otra se reservaba para la producción agrícola y ganadera (ejido), y otra más se asignaba para extraer recursos naturales: monte, zacates, leña, frutales y plantas silvestres (baldíos).
Al iniciar el siglo XVII, la monarquía española obligó a los ocupantes de las tierras a “componer” su propiedad ante las autoridades coloniales, y con ello se transformaron en legítimos dueños de las tierras, aunque rara vez lo eran de manera justa. Esta regularización del régimen de propiedad respondía a la necesidad de la Corona de allegarse fondos para financiar sus guerras europeas, encontrando en la venta de los títulos de propiedad de las tierras una fuente segura de recursos. Los poseedores de tierras trataron de legalizar propiedades de la mayor extensión posible, nacieron así las Haciendas. En estas Haciendas se desarrolló el trabajo por jornal o peonaje de los indígenas, los castizos y los mestizos (la misma situación se dio en minas, talleres y obrajes).
A mediados del siglo XVII, los hacendados ya habían adquirido tal autoridad que de hecho eran señores feudales, incluso disponían de pequeños ejércitos a su servicio para defender sus posesiones e imponer orden dentro de su “jurisdicción” (estos ejércitos privados actuaban también en auxilio de las autoridades virreinales). Poco a poco se formó una clase de terratenientes feudales cuyas familias se fortalecían al unir a sus herederos. El acaparamiento de tierras (mayorazgo) tenía una importancia económica enorme, porque el funcionamiento hacendario requería el control de tierras dedicadas a varios cultivos, montes productores de carbón y leña, tierras de pastoreo y tierras de magueyales, los ingresos de la hacienda no podían depender de un solo cultivo o de una sola ganadería; al mismo tiempo, el acaparamiento terrateniente limitaba el número de agricultores independientes que compitieran con la hacienda, favoreciendo la monopolización productiva agrícola e incrementando la población de las ciudades (potenciales consumidores de sus productos). Pero era aún mayor el significado social del hacendado, símbolo de prestigio aristocrático y de poder político.
En las haciendas, los indígenas fueron “acasillados”, esto es, fueron retenidos a través del endeudamiento al que se les orillaba por medio de un sistema de salarios bajos (en ocasiones pagados en especie) que mantenían a los peones en la subsistencia y facilitaba constantes “préstamos” del hacendado para cubrir cualquier necesidad especial. Los hacendados sabían que estos préstamos nunca podrían cubrirse y se aseguraba así de mantener sujetos a sus peones mientras durara el adeudo. Hacia el siglo XVII, las haciendas se consolidaron como las principales unidades de producción, aunque enfrentaban múltiples limitaciones como el escaso consumo de cereales, irrigación irregular e inadecuada, así como condiciones climáticas inestables. El desarrollo de las variantes hacendarias regionales aún caracteriza a la sociedad y la cultura mexicana. Por otra parte, la formación de grandes latifundios influyó en cierto atraso agrícola, pues convirtió a la propiedad rural en instrumento de dominación y no en fuente de producción de satisfactores para la sociedad.
Durante el siglo XVI, se desarrolló el latifundio en manos de la Iglesia. Junto al latifundismo laico hacendario, existía también la concesión de grandes terrenos a la Iglesia para la edificación de capillas, parroquias, templos, catedrales, monasterios, conventos, colegios y edificios eclesiales, a pesar de los decretos reales que prohibían a las órdenes religiosas la tenencia de tierras. Los mecanismos por los que esta acumulación pudo darse fueron las donaciones y herencias de los fieles, las hipotecas (la Iglesia era la institución financiera y crediticia por definición) y las compras de tierras a particulares para establecer haciendas, casas, molinos, ingenios y estancias.
La concentración de grandes propiedades territoriales en manos de la Iglesia, perjudicaba a la agricultura porque estos extensos terrenos, curiosamente las mejores tierras, permanecían improductivos, solo eran usadas como fuente de rentas e intereses para su rescate hipotecario, pues sus propietarios habían solicitado préstamos al clero, entregando en garantía sus tierras. Todos los autores consultados establecen que el siglo XVII novohispano fue un periodo de reacomodo y consolidación de las instituciones coloniales, enmarcado en el proceso de fortalecimiento del Estado Español; gradualmente, los mecanismos de control estatal se ampliaron y afinaron. El asunto de la tenencia y acumulación de tierras desató un proceso de enfrentamiento entre los dos grandes poderes coloniales: la Iglesia y el Estado; paralelamente al fortalecimiento del aparato burocrático, la Corona llevó a cabo el fortalecimiento del clero secular, como oponente al clero regular, a través del Real Patronato.
Organización Tributaria. Por otra parte, en un principio, durante el siglo XVI, los conquistadores militares españoles percibieron que los indígenas, a través de Tenochtitlan, poseían un elaborado sistema de tributación y, por este motivo, mantuvieron, con algunas modificaciones, ciertas estructuras sociales y de poder autóctonas, tales como el calpulli, el tributo y ciertas formas colectivas de tenencia de la tierra y de prestación de servicios personales. Con respecto al tributo, se ha documentado el interés de la Corona española por conocer los sistemas indígenas de explotación de clases, con el fin de establecer sobre ellos los sistemas europeos; de esta manera, durante los primeros años después de la Conquista, los españoles simplemente sustituyeron a los antiguos soberanos indígenas; aunque los españoles rechazaron u obviaron la división geográfica de recaudación de tributos culhua-mexica e impusieron la suya propia.
Las autoridades coloniales mantuvieron la propiedad comunal de tierras en manos de comunidades indígenas, aunque tal situación obedecía al interés de la Corona española por salvaguardar a estas comunidades como tributarias. En realidad, la intención era mantener la dependencia de los pueblos con respecto a un centro de poder, ahora en beneficio de los españoles.
En las Encomiendas, y de manera general después, había dos tipos de tributarios indígenas:
Los que antes pagaban al calpixque local, ahora pagaban a los particulares (vasallos de los encomenderos).
Los que antes pagaban al calpixque mexica, ahora pagaban a la Corona española (vasallos directos de la Corona).
Los encomenderos se desentendieron de la valoración del tributo y de su recolección, dejando todo eso en manos de los Caciques o Tlatoques indígenas. Esta situación permitió la persistencia de las autoridades indígenas locales durante los primeros tiempos de la Colonia, las cuales cobraban elevadísimos tributos en especie a la comunidad para cubrir sus propias necesidades y para pagar al encomendero. Existían dos formas básicas de tributación indígena:
Prestaciones materiales en especie, que más tarde, en el siglo XVI, se tradujeron en dinero.
Prestaciones o servicios personales, de naturaleza laboral. Hacia mediados del siglo XVI era posible cubrirlo también con dinero.
En los pueblos encomendados, los tributos eran recaudados por funcionarios indígenas, y en los pueblos bajo control de la Corona, por los Corregidores; ambos entregaban la recaudación a los Oficiales Reales.
Otra estructura de captación de tributos era la Iglesia, los indígenas entregaban tributos a la Iglesia (diezmos y primicias) y, además, prestaban al clero servicios personales en la construcción de iglesias, monasterios, conventos, etc., sin retribución alguna. Durante la segunda mitad del siglo XVI, los tributos impuestos por los españoles sobre las comunidades indígenas se elevaron a tal nivel, que inició un déficit tributario en gran escala en los pueblos; para paliar esta situación, se ordenó, por un lado, a los funcionarios indígenas utilizar la fuerza en la recaudación tributaria, y por otro, se instauró un sistema de obligaciones y servidumbre para transferir las deudas comunales a otra formas de pago: dinero, servicio laboral, materias primas, etc.
Hacia el siglo XVII, con la creciente intervención de la Corona española en la administración colonial, esta situación fue gradualmente cambiando y los funcionarios indígenas fueron eliminados de su posición de gobernantes; los tributos se transformaron en impuestos que se debían pagar a la autoridad colonial. Al principio, durante el siglo XVI, se permitió el pago en especie o laboral, individual o colectivo; pero, poco a poco, conforme iba generalizándose el trabajo remunerado durante el siglo XVII, se fue cambiando hacia un pago monetario personal, estableciéndose el impuesto uniforme per capita. El tributo representaba la soberanía del monarca español, expresada directamente en el vasallaje indígena a la Corona. Los funcionarios indígenas (Caciques y Gobernadores), los viejos, los enfermos, los discapacitados y ciertas poblaciones distinguidas (como los tlaxcaltecas), estaban exentos del pago tributario. La importancia del sistema tributario se manifestó en varias formas:
Fue determinante en el proceso de colonización agrícola.
Favoreció la difusión de nuevas especies vegetales y animales.
Proporcionó materias primas y mano de obra a las empresas económicas.
Fortaleció el vasallaje indígena.
Es la primera vez que entro a su página, estoy haciendo un trabajo sobre Octavio Paz: sobre El laberinto de la Soledad, y creo que este documento me va a servir.
ResponderEliminarEstoy haciendo un proyecto sobre la conlonia y esto me va a servir gracia me ahorraste la molestia de buscar mucho
ResponderEliminarEsta muy completa la info y todo, pero tiene una mala organización.
ResponderEliminarAparte de que faltan fuentes.
Fuera de eso, me sirvió mucho, gracias.