POBLAMIENTO DE AMÉRICA
Durante el periodo geológico conocido como Holoceno o Cuaternario (que inició hace 1.5 millones de años y no ha terminado), se presentaron varios periodos glaciares, durante los cuales el hemisferio norte del globo terráqueo se cubrió de hielo. Como consecuencia de esto, el descenso del nivel de los mares se hizo característico. El último de estos periodos glaciares, el Wisconsiniano (hace 50,000 a 12,000 años), generó la contracción de enormes masas de hielo y el descenso del nivel de los océanos entre 50 y 100 m., por lo cual, el noreste de Asia (Siberia) y el noroeste de América (Alaska) constituyeron un territorio continuo a través del llamado Estrecho de Bering. Por este puente intercontinental inició, hace unos 42,000 años, el poblamiento de América en oleadas sucesivas de pequeñas bandas de cazadores-recolectores y pescadores, formadas por algunas decenas de personas. Aún está en discusión si hubo o no otras posibles rutas de poblamiento de América. Por ejemplo, se ha mencionado la posibilidad del arribo de grupos humanos provenientes del norte europeo siguiendo las costas noratlánticas del periodo glaciar; otra posibilidad es el arribo de migraciones desde los archipiélagos de la Polinesia, al occidente de Suramérica. Sin embargo, la única hipótesis que ha podido ser demostrada con pruebas históricas es la asiática. Los indicios más antiguos de presencia humana en el actual territorio mexicano datan de hace 37,000 años. Durante 33,000 años (es decir, el 80% de nuestro pasado) no se conoció la agricultura, y la subsistencia de los grupos humanos se sustentó en la notable diversidad de la flora y la fauna que los múltiples climas de América permitía. Estos 33,000 años se ha dividido en dos grandes periodos: el Periodo Lítico, que duró 28,000 años; y el Periodo Protoneolítico, que duró 2,500 años.
PERIODO LÍTICO
Este periodo se subdivide en dos horizontes:
a) Arqueolítico (hace 35,000 a 14,000 años). Los primeros grupos humanos americanos, igual que sus antepasados provenientes de Asia, no poseían un equipo técnico especializado. Sus instrumentos eran grandes y burdos, y tenían usos múltiples: raspar, cortar, rayar, machacar, etc.; usaban también objetos de fibras duras: piel, hueso, madera. El clima era más húmedo y frío que el actual. Las lluvias llegaban hasta zonas que hoy son áridas. Los lagos eran más profundos y extensos. Proliferaban grandes extensiones de pastizales donde se alimentaban grandes manadas de caballos, mamuts, mastodontes, camélidos y bisontes. La principal actividad de sustento de los grupos humanos era la caza, complementada por la recolección de semillas, frutos, tubérculos, etc.
b) Cenolítico (hace 14,000 a 7,000 años). Se presentaron importantes innovaciones en la tecnología. Los objetos fueron mucho más finos, pulidos y regulares, la producción se diversificó y los instrumentos eran utilizados con fines específicos (puntas de proyectil, cuchillos, navajas, raspadores, etc.). La aridez creciente hizo desaparecer numerosos bosques, extensos pastizales y la mayor parte de la fauna mayor. Los hábitos de los grupos humanos comenzaron a modificarse. Se ha documentado un incremento en el consumo de semillas y productos vegetales en algunos casos, así como la especialización en la recolección de mariscos y en la pesca en otros.
Los grupos humanos basaban sus relaciones sociales en el parentesco y el reconocimiento de un antepasado común. Se reunían en periodos estacionales de abundancia o en situaciones de conflicto con otros grupos. Eran sociedades igualitarias, se establecían diferencias laborales y sociales según el sexo y la edad. Aparecieron circuitos establecidos o patrones de trashumancia que guiaban los traslados de los grupos humanos de acuerdo con los cambios de las estaciones.
PERIODO PROTONEOLÍTICO
(Hace 7,000 a 4,500 años). Hace 7,000 años se presentaron fuertes cambios climáticos que propiciaron la desaparición de casi todas las especies mayores y que estimularon la diversificación de las actividades humanas. En concordancia con los cambios ambientales, algunos grupos humanos fueron modificando sus actividades de subsistencia y su organización social. La tecnología lítica se especializó para adecuarse a la caza de animales medianos y pequeños (puma, pecarí, venado, conejo, mapache, etc.). Además, intensificaron sus actividades recolectoras de productos vegetales y comenzaron a practicar el cultivo simple: despejaban el terreno alrededor de las mejores plantas, desprendían los frutos y las semillas en forma sistemática, regaban algunas matas. Esta acción repetida desembocó naturalmente en la domesticación de varias especies vegetales: se produjeron más y mejores granos y frutos que no se dispersaban al madurar, se volvieron aprovechables partes de las plantas que antes no lo eran y éstas fueron adaptándose a diversos climas. El proceso llevó a una mayor dependencia entre las plantas y los humanos. Al final, el chile, el aguacate, la calabacita, el maíz, el frijol, el guaje, el zapote blanco, el zapote negro, la calabaza, el maguey, el nopal, el coyol, la yuca, el tomate, el amaranto, la ciruela y el algodón fueron domesticados. Hubo un proceso paralelo con algunos animales: perros y guajolotes. Al parecer, no hubo un foco único de domesticación, sino procesos regionales independientes. Esta domesticación vegetal y animal, no fue causa de la aparición del sedentarismo, hay evidencia de nomadismo en sociedades que ya cultivaban de manera simple. Hacia el final de este periodo, los recolectores se habían vuelto agricultores, así surgieron las aldeas permanentes y la cerámica. Diversas teorías han tratado de explicar el tránsito de la recolección a la agricultura; algunas se refieren a las transformaciones sociales y demográficas, otras acentúan la importancia de los cambios ambientales, o se refieren a los cambios genéticos inducidos en las plantas cultivadas. Seguramente fue una combinación de todo esto.
ÁREAS CULTURALES
A partir de este momento, comenzaron a desarrollarse las diferencias entre las tres áreas culturales que propuso Paul Kirchhoff en 1943 con el fin de designar las regiones geográficas y las tradiciones culturales observables: Aridoamérica (noreste de México y Península de Baja California), Oasisamérica (noroeste de México) y Mesoamérica (centro y sur de México). Todas ellas se extendían más allá de los límites de nuestro país: Aridoamérica y Oasisamérica ocuparon también buena parte de Estados Unidos, mientras que Mesoamérica se extendía a lo largo de Centroamérica hasta Costa Rica. Los contactos entre las tres áreas fueron intensos, tanto pacíficos como antagónicos, pero siempre fueron áreas económicamente complementarias.
ARIDOAMÉRICA
En las regiones norteñas, el clima árido, hostil y extremoso, no permitió la transición hacia la agricultura; los cazadores-recolectores y pescadores continuaron con su forma de vida durante milenios. Esta área se divide en 7 regiones culturales: Centro-Sur de California (nonos, serranos, pápagos, pimas), Gran Cuenca (shoshones y paiutes), Noroeste de Arizona (hopis), Apachería (apaches y chirikawas), Costa de Sonora (seris), Sur de Texas (karankawas) y Gran Chichimeca (jumanos, cocones, conchos, coahuiltecos, cacaxtles, laguneros, tobosos, pames, guamares).
OASISAMÉRICA
Cronológicamente, esta área cultural fue la última en formarse, hace 2,500 años, cuando una avanzada de agricultores provenientes de Mesoamérica penetró en los actuales territorios de Chihuahua, Sonora, Nuevo México y Arizona. Los pueblos de la llamada Tradición del Desierto fueron dependiendo cada vez más de las plantas cultivadas, hasta convertirse en agricultores. El desarrollo agrícola solo pudo darse en los oasis o en zonas donde se crearon sistemas de irrigación, debido al medio adverso por la sequedad. Esta área se divide en 5 regiones culturales: Anasazi (anasazis y pueblos), Hohokam (hohokames), Mogollón (rarámuris-tarahumaras, ópatas, yaquis, mayos), Fremont (utas y navajos) y Pataya (patayos, mezcaleros y coyoteros).
MESOAMÉRICA
En las regiones que van del centro de México hasta el norte de Centroamérica, el clima templado y el suelo fértil permitieron el desarrollo de poblaciones agrícolas sedentarias que, tras sucesivos procesos de integración, desintegración y reintegración sociocultural, llegaron a configurar una antigua civilización preindustrial. Los elementos comunes más significativos entre los pueblos mesoamericanos fueron: economía basada en el complejo maíz-frijol-calabacita; uso del bastón plantador o coa; cultivo de chinampas; aprovechamiento del maguey y del cacao; construcción de basamentos piramidales para fines religiosos y ceremoniales; desarrollo de mercados y de una clase mercantil; práctica del juego de pelota; escritura jeroglífica-ideográfica; desarrollo de sistemas de numeración vigesimales; elaboración de libros pintados o códices; uso de dos calendarios: uno agrícola-religioso de 365 días y otro adivinatorio de 260 días, combinados en ciclos de 52 años; formaciones socioeconómicas jerarquizadas basadas en el concepto de tributo; y el desarrollo de complejos sistemas hidráulicos de irrigación. En el transcurso de 4 milenios, estos pueblos tan disímiles, y tan semejantes a la vez, fueron capaces de crear una unidad cultural en torno al cultivo de maíz y la construcción de una tradición. Sobre este núcleo se erigieron, poco a poco, culturas regionales y locales, entretejidas gracias a la acción civilizatoria o “globalizadota” de las sociedades que dominaron la región en diferentes épocas.
PERIODOS CULTURALES MESOAMERICANOS
En el desarrollo de Mesoamérica se distinguen ciertas etapas o periodos sobresalientes que fueron el resultado de un cambio en la organización las sociedades. En cada periodo existieron características económicas, sociales y materiales bien definidas: Periodo Preclásico o Formativo, caracterizado por el nacimiento de las primeras sociedades agrícolas sedentarias (duró 2,000 años); Periodo Clásico o Teocrático, caracterizado por el florecimiento de sociedades urbanas organizadas en forma teocrática (duró 1,100 años); Periodo Posclásico o Militarista, caracterizado por la transformación de las sociedades teocráticas en militaristas y por el desarrollo tecnológico asociado a la guerra (duró 350 años); Periodo Histórico o Imperialista, caracterizado por el nacimiento de verdaderos Estados Imperiales como consecuencia de la expansión de algunas sociedades militaristas (duró 300 años).
PERIODO PRECLÁSICO O FORMATIVO
(Del 2200 al 200 a.C.). Se inicia con la adopción de un modelo de subsistencia agrícola sedentario y con el desarrollo inicial de la cerámica. Ocurre un constante crecimiento demográfico, paralelo al desarrollo de las técnicas agrícolas y al paulatino dominio de los sistemas de control del agua. En un principio predominaban las sociedades igualitarias determinadas por las condiciones ambientales dentro de las cuales se desarrollaron. La ausencia de animales mayores impidió el desarrollo de los medios técnicos que surgen naturalmente de su utilización, tales como la rueda o la metalurgia; tampoco se presentó una acumulación de acelerada de excedentes agrícolas que permitiera la formación de Estados o de una división social por castas, pues toda la producción dependía del esfuerzo social humano. Las sociedades americanas originarias tuvieron que generar organizaciones socializadas del trabajo que requerían de la acción unida y coordinada de toda la actividad. Gradualmente, se observa un proceso de transformación de estas sociedades igualitarias hasta formas jerarquizadas al aparecer el trabajo especializado. Se generaron, ciertamente, grupos o estamentos de especialistas conocedores de aspectos específicos de cada área productiva social (agricultura, riego, pesca, caza, recolección, transporte, intercambio, defensa, coordinación), pero no eran aún élites privilegiadas. Todo el conjunto social era coordinado mediante ceremoniales colectivos que reglamentaban las actividades de los grupos sociales, siempre con relación a la subsistencia y desarrollo de la colectividad. Dos rasgos esenciales eran característicos en estas sociedades: el anonimato y el colectivismo. Desde el principio de dio un importante intercambio de bienes, estableciéndose largas rutas comerciales. Los caseríos y las pequeñas aldeas comienzan a transformarse en verdaderas ciudades, algunas llegan a transformarse en capitales regionales. Al final, hacia el año 400 a.C., comienza una etapa de competencia comercial y rivalidad bélica entre las diferentes capitales regionales. Durante este periodo se desarrollan dos grandes focos civilizatorios: los Olmecas en la región del Golfo y los Izapas en la región Maya.
PERIODO CLÁSICO O TEOCRÁTICO
(Del 200 a.C. al 900 d.C.). El esquema socioeconómico desarrollado en el Preclásico se transformó paulatinamente por la creciente diferenciación entre trabajadores manuales y especialistas, entre aldeas campesinas y centros urbanos. En el campo se producen la mayoría de los bienes de subsistencia, mientras que la ciudad concentra actividades artesanales, administrativas (políticas y religiosas) y los servicios. Poco a poco va apareciendo una capa social dirigente teocrática (une los liderazgos político y religioso, entremezclados) que controla y planifica el trabajo social, a la vez que elabora una compleja estructura religiosa que justifica su predominio. Aparecen las grandes tradiciones regionales. La población continúa aumentando. El desarrollo de la agricultura intensiva en las aldeas rurales circunvecinas permite el sustento de grandes cantidades de habitantes. Se edifican grandes centros urbanos donde residen las clases sociales dirigentes y donde se concentran los excedentes productivos logrados. Sin embargo, no ocurre un auge general de las fuerzas productivas, la tecnología disponible no alcanza un elevado grado de desarrollo. En algunas regiones aparece la metalurgia primitiva, pero no tiene una verdadera importancia económica. El comercio a larga distancia se organiza en redes muy complejas que influyen decisivamente en la economía y la política local y regional. Las grandes capitales controlan a todas las ciudades de su región y buscan extender su influencia hacia el exterior, por lo cual, las guerras son frecuentes. Sin embargo, no se desarrollan castas militares que sirvan de base a la dominación y explotación de las comunidades vecinas, las cuales se han asimilado pacífica y voluntariamente a esta organización socioeconómica. La diferenciación social se hace cada vez más acentuada y se complica la especialización ocupacional. Las relaciones comunales de producción comienzan a disolverse en las ciudades. La contradicción entre la sociedad clasista urbana y el escaso desarrollo tecnológico alcanzado se expresa en la lucha, latente al principio, entre las comunidades campesinas y la sociedad urbana teocrática, disolviéndose las relaciones comunales en las aldeas agrícolas circunvecinas a las ciudades. Al mismo tiempo, la sobreexplotación agrícola va empobreciendo las tierras y la población no deja de crecer. Todo esto genera, al final de esta etapa, un descenso brusco y alarmante en la producción de bienes de subsistencia. La aguda crisis resultante culmina violentamente hacia el siglo VII d.C.: todas las grandes capitales mesoamericanas declinan súbitamente y se colapsan bajo el peso de factores demográficos, ecológicos y sociales. Sobrevienen extensas revueltas campesinas antiteocráticas e invasiones de grupos chichimecas de Aridoamérica que arrasan a toda Mesoamérica. Durante este periodo se desarrollan tres grandes focos civilizatorios: los Teotihuacanos en la región del Altiplano Central, los Zapotecas en la región Oaxaqueña y los Mayas en la región Maya.
PERIODO POSCLÁSICO O MILITARISTA
(Del 900 a 1250). Mesoamérica se convierte en un enorme crisol en el que se fusionan pueblos de diversas etnias y culturas. Los agricultores, liberados del control centralista teocrático, abandonan sus lugares de origen y se asientan en tierras más benignas. Los artesanos viajan grandes distancias buscando nuevas élites a las que ofrecer sus servicios. A estos movimientos se suman los de comerciantes, guerreros, sacerdotes, gobernantes y grupos nómadas y seminómadas chichimecas, generando grandes flujos migratorios. Las redes de comercio se fragmentan, estableciéndose una importante competencia regional que permite el auge temporal de pequeñas ciudades-Estado (Cacaxtla, Xochicalco, Cantona y Tajín). La inestabilidad política incrementa la importancia del aparato militar, llegando a pernear todos los ámbitos de la vida social. El poderío militar ocupa un lugar primordial en la organización de sociedades netamente clasistas basadas en una rara mezcla de elementos socioeconómicos. Los nuevos centros de poder se ubican en sitios elegidos estratégicamente y fortificados. La arquitectura y la planificación urbana adquirieron un carácter defensivo. La metalurgia se desarrolla más ampliamente, pero permanece en un nivel limitado al explotarse solo oro, plata y cobre. Las ciudades-Estado emergentes adoptan una configuración agresiva y belicista, expandiéndose mediante conquistas militares. El nuevo esquema socioeconómico se caracteriza porque la mayor parte de las actividades económicas giran en torno al tributo, que representa la sobreproducción transferida a las clases dirigentes como una renta pagada por las comunidades agrícolas por el uso de las tierras fértiles controladas militarmente. Sin embargo, dentro de las comunidades agrícolas se mantiene la propiedad comunal de las tierras y el trabajo colectivo de las mismas. Se incrementa y extiende considerablemente el empleo doctrinario, ideológico y político de la religión y de los sacrificios humanos. Con este esquema socioeconómico tributario, algunas etnias propugnan su supremacía y ejercen cierta hegemonía o predominio sobre otras. Sin embargo, no actúan de manera imperial, pues no destruyen el tejido socioeconómico de los grupos dominados, ni trasculturizan a los sojuzgados, ni ejercen un poder tiránico o despótico. A pesar de las interpretaciones europeas posteriores, la mentalidad mesoamericana no admitía conceptos como “Rey” o “Emperador”; en cambio, manejaba un complejo esquema de jerarquización social cuya máxima figura es el “Alto Vocero” o “Alto Delegado” o “Alto Comisionado”. Tampoco existió nunca el concepto de herencia patriarcal de riquezas, sino la herencia matriarcal de capacidad o posesión de mando social, religioso y político. Al finalizar el periodo, hacia el siglo XII, una nueva invasión de pueblos chichimecas de Aridoamérica y el colapso productivo agrícola de las ricas tierras del Altiplano y del Golfo, determinaron el derrumbe de las capitales mesoamericanas, pero esta vez fue un colapso gradual y prolongado que se extendió más de 100 años. Durante este periodo se desarrollan dos grandes focos civilizatorios: los Totonacas en la región del Golfo y los Toltecas en la región del Altiplano Central.
PERIODO HISTÓRICO O IMPERIAL
(De 1250 a 1550). Como una evolución natural de las sociedades militaristas edificadas en el Posclásico, se integraron verdaderos Estados Imperiales como consecuencia de sus conquistas y del sistema tributario de dominación que imponían a los pueblos vencidos. Nuevas migraciones de pueblos mesoamericanos y otra gran oleada de pueblos nómadas y seminómadas chichimecas invadieron las tierras mesoamericanas arrasándolo todo a su paso. Los nuevos grupos chichimecas, de la familia lingüística yutoazteca, pertenecían al grupo de los Nahuatlacas. Al entrar en contacto con los pueblos agrícolas sedentarios y urbanizados mesoamericanos, estos grupos chichimecas empezaron a asimilar esta forma de vida. Con el tiempo dieron lugar a las sociedades militaristas que dominarían Mesoamérica hasta la llegada de los españoles. Durante este periodo se desarrollan cuatro grandes focos civilizatorios: los Culhua-Mexicas en la región del Altiplano Central, los Tarascos-Purépechas en la región del Occidente, los Putunes-Itzaes en la región Maya y los Mixtecas en la región Oaxaqueña.
HEGEMONÍA CULHUA-MEXICA
A pesar de haber sido objeto de debate durante poco más de tres siglos, hoy es evidente que las sociedades mesoamericanas del Periodo Histórico (1250-1550) ya habían superado la etapa preclasista y se encontraban en una etapa definida por la existencia de un verdadero Estado y de una estructura jerárquica de clases sociales. Estas sociedades presentaban una extraordinaria complejidad originada, básicamente, por notables diferencias medioambientales como altitud, precipitación pluvial, disponibilidad de agua, calidad de los suelos, concentración de tierras llanas, etc. Sin embargo, el factor clave para entender toda esta complejidad radica en un aspecto común en todos los casos: no se contaba con el auxilio de la fuerza de tracción generada por animales mayores (caballos, burros, vacas), ni con los desarrollos tecnológicos derivados de ello, como la metalurgia (hierro, bronce o acero), el arado o la rueda (esta última se conocía, pero no tenía aplicaciones productivas). De esta manera, todo el proceso productivo se basaba en el esfuerzo humano, y por este medio se generaban limitados excedentes de producción, que se acumulaban lentamente y dependían del grado de organización social del trabajo.
Durante largo tiempo, los toltecas y teotihuacanos representaron la frontera norteña de Mesoamérica. Tras la caída de Tula y Teotihuacan hacia el año 900, las llamadas tribus chichimecas (bárbaros), nómadas, cazadoras y recolectoras, provenientes de Aridoamérica, comenzaron a desplazarse hacia el sur, integrándose con los pueblos agrícolas sedentarios de Mesoamérica. De esta manera podemos mencionar a los más importantes grupos chichimecas:
· Toltecas chichimecas, grupos chichimecas, asimilados a los restos de los toltecas, que penetraron desde el norte encabezados por su caudillo Mixcóatl.
· Olmecas xicalancas, grupos mixtecas, asimilados a los restos de los olmecas, que penetraron desde el sur.
· Chichimecas, grupos netamente chichimecas, provenientes del norte, acaudillados por Xólotl.
· Nahuatlacas, últimos grupos chichimecas que emigraron desde Aridoamérica hacia el centro de México.
Los aztecas o mexicas formaban parte de esta última migración chichimeca. Su peregrinaje inició en el año 1111 y, al llegar al Valle del Anáhuac, encontraron todos los territorios ya ocupados, por lo que vagaron durante años sin poder establecerse. Los tecpanecas de Azcapotzalco les permitieron establecerse en Chapultepec. Ahí fueron sometidos por el señorío tolteco-chichimeca de Culhuacan y se asentaron en Tizapan. Durante este periodo, mexicas y culhuas se vincularon a través de matrimonios (de ahí que posteriormente los mexicas se autonombraran culhua-mexicas, como legítimos herederos de los toltecas a través de los culhuas). Para obtener su libertad, los mexicas se emplearon como mercenarios de los culhuas y conquistaron Xochimilco para el señorío de Culhuacan. Ya libres, los mexicas se movieron temporalmente hacia Iztapalapa y, posteriormente, se establecieron en un islote del occidente del lago de Texcoco, fundando su ciudad, Tenochtitlan, en 1325, quedando sujetos al señorío de Azcapotzalco. Se pueden marcar 3 etapas en el ascenso al poder de los mexicas a partir de la fundación de su ciudad:
· Etapa de la hegemonía tecpaneca (1325-1428). En esta etapa, los culhua-mexicas actúan como mercenarios al servicio de Azcapotzalco, ayudando a la rápida expansión de dicho señorío desde 1367. Manteniendo una inteligente actitud amistosa hacia Culhuacan y sumisa hacia Azcapotzalco, los mexicas lograron mantener un delicado equilibrio durante un siglo.
· Etapa de la Triple Alianza (1428-1500). En 1425 asumen el poder mexica los creadores del Estado culhua-mexica: el huey tlatoani Itzcoatl y el cihuacoatl Tlacaelel. Estos personajes logran constituir, en 1426, una Cuádruple Alianza (Nautecan Tlatoloyan) (Tenochtitlan, Texcoco, Cuauhtitlan y Huexotzinco) que paulatinamente fue arrebatando dominios al señorío de Azcapotzalco. En 1427, se crea una nueva alianza, la Triple Alianza (Excan Tlatoloyan) (Tenochtitlan, Texcoco y Tlacopan), que logra capturar y destruir el señorío de Azcapotzalco en 1428. Bajo el liderazgo de Texcoco, la Triple Alianza dominó el Valle del Anáhuac y gran parte de Mesoamérica durante los siguientes 70 años.
· Etapa de la hegemonía culhua-mexica (1500-1521). Los culhua-mexicas se impusieron a sus dos aliados, Texcoco y Tlacopan, situándose Tenochtitlan como líder absoluto de toda Mesoamérica. La Triple Alianza se debilitó a causa de esta supremacía de los mexicas, quebrándose totalmente en 1521 cuando Texcoco abandona la Alianza y se alía con los españoles en la guerra contra Tenochtitlan.
El momento crítico que definió los aspectos ideológicos y socioeconómicos de la etapa hegemónica culhua-mexica sobre Mesoamérica fue la derrota de los tecpanecas de Azcapotzalco en 1428 ante las fuerzas de la Triple Alianza. La subsiguiente apropiación y distribución de sus tierras entre los vencedores tuvo importantes consecuencias en el régimen de propiedad y en la organización social azteca; tras esta victoria, sobrevinieron las reformas de Tlacaelel, en su calidad de cihuacoatl (Primer Ministro), encumbrándose una nobleza que controló el Estado, la guerra y la religión. Se dictaron medidas que profundizaron las diferencias entre nobles y plebeyos, se centralizó el poder político, se reorganizó la administración pública, se controló y propagó la ideología “militarista” a través de la religión, se fortaleció al clero y se brindaron beneficios a los méritos militares. Desde ese momento comenzó la organización característica de gobierno, de modo de tributación y de tenencia de la tierra.
a) Organización Socioeconómica. La economía mexica, se basaba en una estructura de dominación definida por la existencia de dos clases sociales fundamentales: los nobles (pipiltin), la clase dominante que controlaba los medios de producción, y los plebeyos (macehualtin), la clase trabajadora tributaria; los medios de producción fundamentales en esta economía eran la tierra y el trabajo, controlados por el Estado. La nobleza incluía dos jerarquías: la gubernamental, integrada por el huey tlatoani (gran señor, rey o emperador), los tlatoque (señores, altos funcionarios), los tectecuhtin (señores locales, guerreros y funcionarios) y los pipiltin (nobles o cortesanos); y la religiosa, integrada por el tecuhtlamacazqui (pontífice), el mexícatl teohuatzin (vicario general), los huey tlenamacatin (sumos sacerdotes), los tlamacazque (sacerdotes) y los coacuillique (párrocos). De la misma forma, describen que los plebeyos se dividían en cinco grandes grupos: los pochtecatin (comerciantes), los toltecatin (artesanos), los macehualtin (campesinos), los mayeque, tlamemeque y tlalmactin (braceros, cargadores y jornaleros), y los tlacotin (esclavos). Bajo este esquema social, se presentaba una compleja red de relaciones que determinaban la tenencia de las tierras productivas. En principio, podemos distinguir dos grandes sectores sociales: quienes poseían tierras y quienes no las poseían, existe evidencia de que para cada institución o para cada clase social había distintos tipos de tierras ocupados por esas instituciones o individuos. Existe un debate entre los autores al considerar, en este contexto, el real significado del término ‘posesión’. Para algunos, no es sinónimo de ‘propiedad’ y proponen que el término más adecuado para describir esto sea el de ‘repartición’, así, Bartra, Carrasco y Ortega afirman que existen indicios de que los distintos estratos de la nobleza disfrutaban de tierras, no como individuos, sino como suprema autoridad estatal o servidores de alguna institución pública. Otros autores, como Caso, Katz, Moreno y Feldman, basándose en fuentes historiográficas clásicas, afirman que las tierras patrimoniales constituían, auténticamente, una forma de propiedad privada que transformaba a la nobleza azteca en una especie de aristocracia terrateniente prefeudal y despótica. En todo caso, lo que sí es claro es que los posesionarios de tierras se podían dividir en nobles (pipiltin) y plebeyos (macehualtin). Existían varios tipos de tierras, que se pueden clasificar en tres grandes grupos:
A) Tierras públicas. Destinadas al sostenimiento de las instituciones y funciones públicas (Estado):
1. Tecpantlalli o tecpanmilli, tierras del palacio, cultivadas por un grupo especial, los tecpanpouhque o tecpantlaque, para la manutención del palacio.
2. Teopantlalli o teocamilli, tierras del templo, destinadas a la manutención del clero, del culto y de los templos.
3. Milchimalli, tierras de escudos, y Cacalomilli, tierras de provisiones, trabajadas por otro grupo especial, los cacalomilque, destinadas a los gastos de la guerra.
4. Telpochcatlalli, tierras de las escuelas militares, y Calmecatlalli, tierras de las escuelas religiosas, trabajadas por los jóvenes guerreros y sacerdotes que ahí aprendían, y destinadas a la manutención de los pupilos, los mentores y las escuelas.
B) Tierras patrimoniales. Destinadas a la manutención de los diversos funcionarios (nobles):
1. Tlatocatlalli o tlatocamillii, tierras del tlatoani, cultivadas por la población para la manutención del personal de servicio del gran señor o para la gratificación de nobles y guerreros por servicios distinguidos.
2. Teccalli o teccamilli, tierras del tectecuhtli, cultivadas por otro grupo especial, los teccaleque, para la manutención de los señores locales y sus dependientes.
C) Tierras comunitarias. Destinadas a la manutención de la población en general (plebeyos):
1. Altepetlalli, tierras de las aldeas o pueblos, y Calpullalli, tierras de los barrios, trabajadas por las comunidades campesinas para satisfacer sus propias necesidades y para pagar tributos al Estado.
b) Organización Tributaria. El crecimiento poblacional en el Valle de México agotó toda la tierra disponible, y los aztecas no tuvieron manera de incrementar la superficie agrícola disponible. Por esta razón, completaron su escasez de tierras a través de la expansión militar. El poder económico y demográfico del Valle de México, combinado con una organización político-militar estrechamente ligada a la organización hidráulica, les permitió salir a la captura de las poblaciones y de los recursos de los valles vecinos. La Triple Alianza inició un proceso de expansión militar que pronto dominó gran parte de Mesoamérica. Hacia el año 1500, los culhua-mexicas se impusieron a sus aliados de Tlacopan y Texcoco, quienes quedaron como aliados secundarios de Tenochtitlan a partir de 1515; desde entonces, los tributos, que antes se recogían separadamente por los integrantes de la Triple Alianza, fueron centralizados en Tenochtitlan para luego ser repartidos con sus aliados menores. Hacia el año 1519 había alrededor de 400 pueblos, organizados en 38 provincias, que tributaban a Tenochtitlan. Queda claro, entonces, que los tributos y el comercio eran las actividades que generaron y apuntalaron la riqueza y la hegemonía mexica. En los territorios conquistados, los guerreros vencedores recibían concesiones de tierras, las Yaotlalli, tierras conquistadas, trabajadas por las poblaciones conquistadas bajo severas condiciones de explotación. Su producción estaba destinada a sufragar gastos de guerra y a la manutención de pequeñas colonias-guarniciones que vivían en esas tierras, en guardia contra las rebeliones de las zonas sojuzgadas. No obstante, el verdadero valor de las conquistas radicaba en los tributos, no en el dominio territorial. Cada vez que los aztecas conquistaban una provincia, la sumisión e inclusión de las étnias sometidas las obligaba al pago de un tributo, fijado por los vencedores, y a garantizar el libre y seguro paso de las caravanas de comerciantes. De esta manera, la mayor acumulación de bienes en Tenochtitlan llegaba como tributo de las provincias sometidas; de allí la gran importancia de la guerra para sostener y ampliar la base económica azteca.
Los términos de la inclusión dentro de la hegemonía culhua-mexica dependían de la forma en que se realizara tal sometimiento: si la sumisión había sido pacífica, los términos eran benignos; en caso de oposición y derrota por medio de las armas, los términos variaban en relación con la resistencia presentada. Así, se pueden reconocer tres formas de organización tributaria:
1. Los pueblos que se resistían tenazmente contra el dominio mexica, eran totalmente sometidos, perdían el derecho a explotar libremente su territorio y a elegir jefes o señores propios, por lo que el Estado les imponía un calpixque (mayordomo, cobrador de tributos) para administrarlos y supervisarlos.
2. Los pueblos que habían presentado una resistencia menor al dominio mexica, eran sometidos parcialmente, conservaban su autonomía territorial y política, pero el Estado les imponía un calpixque para supervisar su producción tributaria.
3. Los pueblos que se sometían pacíficamente y sin resistencia, conservaban completamente su autonomía y llevaban ellos mismos el tributo a Tenochtitlan.
La unidad básica del sistema tributario era el altepetl (pueblo, aldea) o el calpulli (barrio). La responsabilidad de tributar era colectiva; no se asignaba tributo a individuos o a familias, sino al conjunto del altepetl o del calpulli.
Existían básicamente dos formas de tributar al Estado: laboralmente o en especie. Los nobles tributaban cumpliendo funciones al servicio del Estado, como jueces, embajadores, funcionarios, etc. Los mayeque, tlalmactin, tlamemeque y tlacotin tributaban laborando en los campos y los palacios de los nobles. Los artesanos podían tributar también laboralmente en la edificación de templos, palacios y obras públicas (acueductos, canales y diques). La tributación en especie (tlacalaquilli) consistía en alimentos, materias primas y productos elaborados, el mayor porcentaje de estos productos se destinaba directamente a cubrir las necesidades sociales, otra parte se empleaba como mercancías intercambiables en las redes comerciales culhua-mexicas. Esta era la manera de tributo predominante que sostenía a toda la economía tributaria basada en las zonas rurales. Las comunidades agrícolas (tecallec, calpullec, chinancallec y cacalomillec), los artesanos y los comerciantes tributaban de esta manera al Estado o a la nobleza. El tributo agrícola era, por tanto, la renta pagada por las comunidades campesinas al soberano por el uso de la tierra. La inmensa mayoría de los bienes acumulados por la clase dominante llegaba como tributo en especie o como bienes producidos directamente en las tierras reales que el huey tlatoani tenía en cada pueblo bajo la dirección del calpixque local.
c) Naturaleza del Estado Culhua-Mexica. El análisis teórico de la sociedad culhua-mexica arroja elementos contradictorios. Por una parte encontramos aspectos que permiten su caracterización como despótica comunitaria o tributaria: despótica en cuanto a su forma institucional de gobierno y tributaria en cuanto a los mecanismos de extracción y concentración de la riqueza socialmente producida en las comunidades. La clase dominante estaba organizada como personal gobernante y recibía sus ingresos como tributo y servicios personales de los macehuales. El papel jugado por el Estado en la economía concentraba el poder económico y político en manos del huey tlatoani, generando el despotismo que ejercía sobre la sociedad y sobre los pueblos dominados. Sin embargo, el huey tlatoani no era tan libre como se ha supuesto, estaba controlado y tenía deberes que cumplir con el pueblo asegurando la prosperidad pública, lo cual sugiere que no se puede hablar de un despotismo tal como hoy lo entendemos. Más aún: es posible que la legitimación y el poder social de la nobleza azteca derivara de un sistema fundado en la familia gentilicia (el calpulli) que permitía la transmisión de la capacidad o posesión de mando, no de bienes, por línea materna, a la manera del comunismo primitivo. Por otra parte, los comerciantes (pochtecatin) representaban un modo de organización que se contraponía con los intereses de la clase dominante, cuyo poder se basaba en el tributo, y existe alguna evidencia de que hacia 1519 estos comerciantes estaban aumentando su poder económico y político. Probablemente, a la llegada de los españoles, la sociedad culhua-mexica estaba en el preámbulo de una nueva etapa de evolución socioeconómica.
Ahora bien, dadas las características de la sociedad azteca, ¿cómo se explica la relativa ausencia de conflictos internos en el orden social culhua-mexica? Se han aventurado varias explicaciones:
1. Existía un profundo sentimiento de solidaridad social, resultado de siglos de sometimiento.
2. Debe considerarse la importancia ideológica de la religión y del sentimiento de “misión divina” que los aztecas creían tener en la tierra.
3. Históricamente, los aztecas estaban aún en pleno ascenso, tenían éxito y los cambios sociales eran relativamente indoloros para los grupos afectados.
4. La nobleza azteca no constituía aún un sistema de casta o clase cerrado.
Esto, sin embargo, no es tan cierto con respecto a los pueblos dominados. Hacia 1500 los mexicas habían alcanzado los límites geográficos de su imperio y, por tanto, cuando llegaron los españoles en 1519, menos de una generación separaba a muchos pueblos de su originaria condición de independencia. Los pueblos dominados vivían en condiciones onerosas, inestables e inseguras, por lo que la llegada de los españoles significó, para la mayoría de las comunidades tributarias de Tenochtitlan, la oportunidad de liberarse del sometimiento culhua-mexica. Esto generó lo que varios autores denominan ‘la gran paradoja de la conquista’: los conquistadores españoles no eran menos de 600 ni más de 1,000, mientras que sus aliados mesoamericanos sumaban, según algunas fuentes, entre 50,000 y 80,000 guerreros. Por lo tanto, puede decirse que la caída de Tenochtitlan fue obra de las etnias y tribus mesoamericanas tributarias, antes sometidas al dominio azteca, y no de los españoles.
Durante el periodo geológico conocido como Holoceno o Cuaternario (que inició hace 1.5 millones de años y no ha terminado), se presentaron varios periodos glaciares, durante los cuales el hemisferio norte del globo terráqueo se cubrió de hielo. Como consecuencia de esto, el descenso del nivel de los mares se hizo característico. El último de estos periodos glaciares, el Wisconsiniano (hace 50,000 a 12,000 años), generó la contracción de enormes masas de hielo y el descenso del nivel de los océanos entre 50 y 100 m., por lo cual, el noreste de Asia (Siberia) y el noroeste de América (Alaska) constituyeron un territorio continuo a través del llamado Estrecho de Bering. Por este puente intercontinental inició, hace unos 42,000 años, el poblamiento de América en oleadas sucesivas de pequeñas bandas de cazadores-recolectores y pescadores, formadas por algunas decenas de personas. Aún está en discusión si hubo o no otras posibles rutas de poblamiento de América. Por ejemplo, se ha mencionado la posibilidad del arribo de grupos humanos provenientes del norte europeo siguiendo las costas noratlánticas del periodo glaciar; otra posibilidad es el arribo de migraciones desde los archipiélagos de la Polinesia, al occidente de Suramérica. Sin embargo, la única hipótesis que ha podido ser demostrada con pruebas históricas es la asiática. Los indicios más antiguos de presencia humana en el actual territorio mexicano datan de hace 37,000 años. Durante 33,000 años (es decir, el 80% de nuestro pasado) no se conoció la agricultura, y la subsistencia de los grupos humanos se sustentó en la notable diversidad de la flora y la fauna que los múltiples climas de América permitía. Estos 33,000 años se ha dividido en dos grandes periodos: el Periodo Lítico, que duró 28,000 años; y el Periodo Protoneolítico, que duró 2,500 años.
PERIODO LÍTICO
Este periodo se subdivide en dos horizontes:
a) Arqueolítico (hace 35,000 a 14,000 años). Los primeros grupos humanos americanos, igual que sus antepasados provenientes de Asia, no poseían un equipo técnico especializado. Sus instrumentos eran grandes y burdos, y tenían usos múltiples: raspar, cortar, rayar, machacar, etc.; usaban también objetos de fibras duras: piel, hueso, madera. El clima era más húmedo y frío que el actual. Las lluvias llegaban hasta zonas que hoy son áridas. Los lagos eran más profundos y extensos. Proliferaban grandes extensiones de pastizales donde se alimentaban grandes manadas de caballos, mamuts, mastodontes, camélidos y bisontes. La principal actividad de sustento de los grupos humanos era la caza, complementada por la recolección de semillas, frutos, tubérculos, etc.
b) Cenolítico (hace 14,000 a 7,000 años). Se presentaron importantes innovaciones en la tecnología. Los objetos fueron mucho más finos, pulidos y regulares, la producción se diversificó y los instrumentos eran utilizados con fines específicos (puntas de proyectil, cuchillos, navajas, raspadores, etc.). La aridez creciente hizo desaparecer numerosos bosques, extensos pastizales y la mayor parte de la fauna mayor. Los hábitos de los grupos humanos comenzaron a modificarse. Se ha documentado un incremento en el consumo de semillas y productos vegetales en algunos casos, así como la especialización en la recolección de mariscos y en la pesca en otros.
Los grupos humanos basaban sus relaciones sociales en el parentesco y el reconocimiento de un antepasado común. Se reunían en periodos estacionales de abundancia o en situaciones de conflicto con otros grupos. Eran sociedades igualitarias, se establecían diferencias laborales y sociales según el sexo y la edad. Aparecieron circuitos establecidos o patrones de trashumancia que guiaban los traslados de los grupos humanos de acuerdo con los cambios de las estaciones.
PERIODO PROTONEOLÍTICO
(Hace 7,000 a 4,500 años). Hace 7,000 años se presentaron fuertes cambios climáticos que propiciaron la desaparición de casi todas las especies mayores y que estimularon la diversificación de las actividades humanas. En concordancia con los cambios ambientales, algunos grupos humanos fueron modificando sus actividades de subsistencia y su organización social. La tecnología lítica se especializó para adecuarse a la caza de animales medianos y pequeños (puma, pecarí, venado, conejo, mapache, etc.). Además, intensificaron sus actividades recolectoras de productos vegetales y comenzaron a practicar el cultivo simple: despejaban el terreno alrededor de las mejores plantas, desprendían los frutos y las semillas en forma sistemática, regaban algunas matas. Esta acción repetida desembocó naturalmente en la domesticación de varias especies vegetales: se produjeron más y mejores granos y frutos que no se dispersaban al madurar, se volvieron aprovechables partes de las plantas que antes no lo eran y éstas fueron adaptándose a diversos climas. El proceso llevó a una mayor dependencia entre las plantas y los humanos. Al final, el chile, el aguacate, la calabacita, el maíz, el frijol, el guaje, el zapote blanco, el zapote negro, la calabaza, el maguey, el nopal, el coyol, la yuca, el tomate, el amaranto, la ciruela y el algodón fueron domesticados. Hubo un proceso paralelo con algunos animales: perros y guajolotes. Al parecer, no hubo un foco único de domesticación, sino procesos regionales independientes. Esta domesticación vegetal y animal, no fue causa de la aparición del sedentarismo, hay evidencia de nomadismo en sociedades que ya cultivaban de manera simple. Hacia el final de este periodo, los recolectores se habían vuelto agricultores, así surgieron las aldeas permanentes y la cerámica. Diversas teorías han tratado de explicar el tránsito de la recolección a la agricultura; algunas se refieren a las transformaciones sociales y demográficas, otras acentúan la importancia de los cambios ambientales, o se refieren a los cambios genéticos inducidos en las plantas cultivadas. Seguramente fue una combinación de todo esto.
ÁREAS CULTURALES
A partir de este momento, comenzaron a desarrollarse las diferencias entre las tres áreas culturales que propuso Paul Kirchhoff en 1943 con el fin de designar las regiones geográficas y las tradiciones culturales observables: Aridoamérica (noreste de México y Península de Baja California), Oasisamérica (noroeste de México) y Mesoamérica (centro y sur de México). Todas ellas se extendían más allá de los límites de nuestro país: Aridoamérica y Oasisamérica ocuparon también buena parte de Estados Unidos, mientras que Mesoamérica se extendía a lo largo de Centroamérica hasta Costa Rica. Los contactos entre las tres áreas fueron intensos, tanto pacíficos como antagónicos, pero siempre fueron áreas económicamente complementarias.
ARIDOAMÉRICA
En las regiones norteñas, el clima árido, hostil y extremoso, no permitió la transición hacia la agricultura; los cazadores-recolectores y pescadores continuaron con su forma de vida durante milenios. Esta área se divide en 7 regiones culturales: Centro-Sur de California (nonos, serranos, pápagos, pimas), Gran Cuenca (shoshones y paiutes), Noroeste de Arizona (hopis), Apachería (apaches y chirikawas), Costa de Sonora (seris), Sur de Texas (karankawas) y Gran Chichimeca (jumanos, cocones, conchos, coahuiltecos, cacaxtles, laguneros, tobosos, pames, guamares).
OASISAMÉRICA
Cronológicamente, esta área cultural fue la última en formarse, hace 2,500 años, cuando una avanzada de agricultores provenientes de Mesoamérica penetró en los actuales territorios de Chihuahua, Sonora, Nuevo México y Arizona. Los pueblos de la llamada Tradición del Desierto fueron dependiendo cada vez más de las plantas cultivadas, hasta convertirse en agricultores. El desarrollo agrícola solo pudo darse en los oasis o en zonas donde se crearon sistemas de irrigación, debido al medio adverso por la sequedad. Esta área se divide en 5 regiones culturales: Anasazi (anasazis y pueblos), Hohokam (hohokames), Mogollón (rarámuris-tarahumaras, ópatas, yaquis, mayos), Fremont (utas y navajos) y Pataya (patayos, mezcaleros y coyoteros).
MESOAMÉRICA
En las regiones que van del centro de México hasta el norte de Centroamérica, el clima templado y el suelo fértil permitieron el desarrollo de poblaciones agrícolas sedentarias que, tras sucesivos procesos de integración, desintegración y reintegración sociocultural, llegaron a configurar una antigua civilización preindustrial. Los elementos comunes más significativos entre los pueblos mesoamericanos fueron: economía basada en el complejo maíz-frijol-calabacita; uso del bastón plantador o coa; cultivo de chinampas; aprovechamiento del maguey y del cacao; construcción de basamentos piramidales para fines religiosos y ceremoniales; desarrollo de mercados y de una clase mercantil; práctica del juego de pelota; escritura jeroglífica-ideográfica; desarrollo de sistemas de numeración vigesimales; elaboración de libros pintados o códices; uso de dos calendarios: uno agrícola-religioso de 365 días y otro adivinatorio de 260 días, combinados en ciclos de 52 años; formaciones socioeconómicas jerarquizadas basadas en el concepto de tributo; y el desarrollo de complejos sistemas hidráulicos de irrigación. En el transcurso de 4 milenios, estos pueblos tan disímiles, y tan semejantes a la vez, fueron capaces de crear una unidad cultural en torno al cultivo de maíz y la construcción de una tradición. Sobre este núcleo se erigieron, poco a poco, culturas regionales y locales, entretejidas gracias a la acción civilizatoria o “globalizadota” de las sociedades que dominaron la región en diferentes épocas.
PERIODOS CULTURALES MESOAMERICANOS
En el desarrollo de Mesoamérica se distinguen ciertas etapas o periodos sobresalientes que fueron el resultado de un cambio en la organización las sociedades. En cada periodo existieron características económicas, sociales y materiales bien definidas: Periodo Preclásico o Formativo, caracterizado por el nacimiento de las primeras sociedades agrícolas sedentarias (duró 2,000 años); Periodo Clásico o Teocrático, caracterizado por el florecimiento de sociedades urbanas organizadas en forma teocrática (duró 1,100 años); Periodo Posclásico o Militarista, caracterizado por la transformación de las sociedades teocráticas en militaristas y por el desarrollo tecnológico asociado a la guerra (duró 350 años); Periodo Histórico o Imperialista, caracterizado por el nacimiento de verdaderos Estados Imperiales como consecuencia de la expansión de algunas sociedades militaristas (duró 300 años).
PERIODO PRECLÁSICO O FORMATIVO
(Del 2200 al 200 a.C.). Se inicia con la adopción de un modelo de subsistencia agrícola sedentario y con el desarrollo inicial de la cerámica. Ocurre un constante crecimiento demográfico, paralelo al desarrollo de las técnicas agrícolas y al paulatino dominio de los sistemas de control del agua. En un principio predominaban las sociedades igualitarias determinadas por las condiciones ambientales dentro de las cuales se desarrollaron. La ausencia de animales mayores impidió el desarrollo de los medios técnicos que surgen naturalmente de su utilización, tales como la rueda o la metalurgia; tampoco se presentó una acumulación de acelerada de excedentes agrícolas que permitiera la formación de Estados o de una división social por castas, pues toda la producción dependía del esfuerzo social humano. Las sociedades americanas originarias tuvieron que generar organizaciones socializadas del trabajo que requerían de la acción unida y coordinada de toda la actividad. Gradualmente, se observa un proceso de transformación de estas sociedades igualitarias hasta formas jerarquizadas al aparecer el trabajo especializado. Se generaron, ciertamente, grupos o estamentos de especialistas conocedores de aspectos específicos de cada área productiva social (agricultura, riego, pesca, caza, recolección, transporte, intercambio, defensa, coordinación), pero no eran aún élites privilegiadas. Todo el conjunto social era coordinado mediante ceremoniales colectivos que reglamentaban las actividades de los grupos sociales, siempre con relación a la subsistencia y desarrollo de la colectividad. Dos rasgos esenciales eran característicos en estas sociedades: el anonimato y el colectivismo. Desde el principio de dio un importante intercambio de bienes, estableciéndose largas rutas comerciales. Los caseríos y las pequeñas aldeas comienzan a transformarse en verdaderas ciudades, algunas llegan a transformarse en capitales regionales. Al final, hacia el año 400 a.C., comienza una etapa de competencia comercial y rivalidad bélica entre las diferentes capitales regionales. Durante este periodo se desarrollan dos grandes focos civilizatorios: los Olmecas en la región del Golfo y los Izapas en la región Maya.
PERIODO CLÁSICO O TEOCRÁTICO
(Del 200 a.C. al 900 d.C.). El esquema socioeconómico desarrollado en el Preclásico se transformó paulatinamente por la creciente diferenciación entre trabajadores manuales y especialistas, entre aldeas campesinas y centros urbanos. En el campo se producen la mayoría de los bienes de subsistencia, mientras que la ciudad concentra actividades artesanales, administrativas (políticas y religiosas) y los servicios. Poco a poco va apareciendo una capa social dirigente teocrática (une los liderazgos político y religioso, entremezclados) que controla y planifica el trabajo social, a la vez que elabora una compleja estructura religiosa que justifica su predominio. Aparecen las grandes tradiciones regionales. La población continúa aumentando. El desarrollo de la agricultura intensiva en las aldeas rurales circunvecinas permite el sustento de grandes cantidades de habitantes. Se edifican grandes centros urbanos donde residen las clases sociales dirigentes y donde se concentran los excedentes productivos logrados. Sin embargo, no ocurre un auge general de las fuerzas productivas, la tecnología disponible no alcanza un elevado grado de desarrollo. En algunas regiones aparece la metalurgia primitiva, pero no tiene una verdadera importancia económica. El comercio a larga distancia se organiza en redes muy complejas que influyen decisivamente en la economía y la política local y regional. Las grandes capitales controlan a todas las ciudades de su región y buscan extender su influencia hacia el exterior, por lo cual, las guerras son frecuentes. Sin embargo, no se desarrollan castas militares que sirvan de base a la dominación y explotación de las comunidades vecinas, las cuales se han asimilado pacífica y voluntariamente a esta organización socioeconómica. La diferenciación social se hace cada vez más acentuada y se complica la especialización ocupacional. Las relaciones comunales de producción comienzan a disolverse en las ciudades. La contradicción entre la sociedad clasista urbana y el escaso desarrollo tecnológico alcanzado se expresa en la lucha, latente al principio, entre las comunidades campesinas y la sociedad urbana teocrática, disolviéndose las relaciones comunales en las aldeas agrícolas circunvecinas a las ciudades. Al mismo tiempo, la sobreexplotación agrícola va empobreciendo las tierras y la población no deja de crecer. Todo esto genera, al final de esta etapa, un descenso brusco y alarmante en la producción de bienes de subsistencia. La aguda crisis resultante culmina violentamente hacia el siglo VII d.C.: todas las grandes capitales mesoamericanas declinan súbitamente y se colapsan bajo el peso de factores demográficos, ecológicos y sociales. Sobrevienen extensas revueltas campesinas antiteocráticas e invasiones de grupos chichimecas de Aridoamérica que arrasan a toda Mesoamérica. Durante este periodo se desarrollan tres grandes focos civilizatorios: los Teotihuacanos en la región del Altiplano Central, los Zapotecas en la región Oaxaqueña y los Mayas en la región Maya.
PERIODO POSCLÁSICO O MILITARISTA
(Del 900 a 1250). Mesoamérica se convierte en un enorme crisol en el que se fusionan pueblos de diversas etnias y culturas. Los agricultores, liberados del control centralista teocrático, abandonan sus lugares de origen y se asientan en tierras más benignas. Los artesanos viajan grandes distancias buscando nuevas élites a las que ofrecer sus servicios. A estos movimientos se suman los de comerciantes, guerreros, sacerdotes, gobernantes y grupos nómadas y seminómadas chichimecas, generando grandes flujos migratorios. Las redes de comercio se fragmentan, estableciéndose una importante competencia regional que permite el auge temporal de pequeñas ciudades-Estado (Cacaxtla, Xochicalco, Cantona y Tajín). La inestabilidad política incrementa la importancia del aparato militar, llegando a pernear todos los ámbitos de la vida social. El poderío militar ocupa un lugar primordial en la organización de sociedades netamente clasistas basadas en una rara mezcla de elementos socioeconómicos. Los nuevos centros de poder se ubican en sitios elegidos estratégicamente y fortificados. La arquitectura y la planificación urbana adquirieron un carácter defensivo. La metalurgia se desarrolla más ampliamente, pero permanece en un nivel limitado al explotarse solo oro, plata y cobre. Las ciudades-Estado emergentes adoptan una configuración agresiva y belicista, expandiéndose mediante conquistas militares. El nuevo esquema socioeconómico se caracteriza porque la mayor parte de las actividades económicas giran en torno al tributo, que representa la sobreproducción transferida a las clases dirigentes como una renta pagada por las comunidades agrícolas por el uso de las tierras fértiles controladas militarmente. Sin embargo, dentro de las comunidades agrícolas se mantiene la propiedad comunal de las tierras y el trabajo colectivo de las mismas. Se incrementa y extiende considerablemente el empleo doctrinario, ideológico y político de la religión y de los sacrificios humanos. Con este esquema socioeconómico tributario, algunas etnias propugnan su supremacía y ejercen cierta hegemonía o predominio sobre otras. Sin embargo, no actúan de manera imperial, pues no destruyen el tejido socioeconómico de los grupos dominados, ni trasculturizan a los sojuzgados, ni ejercen un poder tiránico o despótico. A pesar de las interpretaciones europeas posteriores, la mentalidad mesoamericana no admitía conceptos como “Rey” o “Emperador”; en cambio, manejaba un complejo esquema de jerarquización social cuya máxima figura es el “Alto Vocero” o “Alto Delegado” o “Alto Comisionado”. Tampoco existió nunca el concepto de herencia patriarcal de riquezas, sino la herencia matriarcal de capacidad o posesión de mando social, religioso y político. Al finalizar el periodo, hacia el siglo XII, una nueva invasión de pueblos chichimecas de Aridoamérica y el colapso productivo agrícola de las ricas tierras del Altiplano y del Golfo, determinaron el derrumbe de las capitales mesoamericanas, pero esta vez fue un colapso gradual y prolongado que se extendió más de 100 años. Durante este periodo se desarrollan dos grandes focos civilizatorios: los Totonacas en la región del Golfo y los Toltecas en la región del Altiplano Central.
PERIODO HISTÓRICO O IMPERIAL
(De 1250 a 1550). Como una evolución natural de las sociedades militaristas edificadas en el Posclásico, se integraron verdaderos Estados Imperiales como consecuencia de sus conquistas y del sistema tributario de dominación que imponían a los pueblos vencidos. Nuevas migraciones de pueblos mesoamericanos y otra gran oleada de pueblos nómadas y seminómadas chichimecas invadieron las tierras mesoamericanas arrasándolo todo a su paso. Los nuevos grupos chichimecas, de la familia lingüística yutoazteca, pertenecían al grupo de los Nahuatlacas. Al entrar en contacto con los pueblos agrícolas sedentarios y urbanizados mesoamericanos, estos grupos chichimecas empezaron a asimilar esta forma de vida. Con el tiempo dieron lugar a las sociedades militaristas que dominarían Mesoamérica hasta la llegada de los españoles. Durante este periodo se desarrollan cuatro grandes focos civilizatorios: los Culhua-Mexicas en la región del Altiplano Central, los Tarascos-Purépechas en la región del Occidente, los Putunes-Itzaes en la región Maya y los Mixtecas en la región Oaxaqueña.
HEGEMONÍA CULHUA-MEXICA
A pesar de haber sido objeto de debate durante poco más de tres siglos, hoy es evidente que las sociedades mesoamericanas del Periodo Histórico (1250-1550) ya habían superado la etapa preclasista y se encontraban en una etapa definida por la existencia de un verdadero Estado y de una estructura jerárquica de clases sociales. Estas sociedades presentaban una extraordinaria complejidad originada, básicamente, por notables diferencias medioambientales como altitud, precipitación pluvial, disponibilidad de agua, calidad de los suelos, concentración de tierras llanas, etc. Sin embargo, el factor clave para entender toda esta complejidad radica en un aspecto común en todos los casos: no se contaba con el auxilio de la fuerza de tracción generada por animales mayores (caballos, burros, vacas), ni con los desarrollos tecnológicos derivados de ello, como la metalurgia (hierro, bronce o acero), el arado o la rueda (esta última se conocía, pero no tenía aplicaciones productivas). De esta manera, todo el proceso productivo se basaba en el esfuerzo humano, y por este medio se generaban limitados excedentes de producción, que se acumulaban lentamente y dependían del grado de organización social del trabajo.
Durante largo tiempo, los toltecas y teotihuacanos representaron la frontera norteña de Mesoamérica. Tras la caída de Tula y Teotihuacan hacia el año 900, las llamadas tribus chichimecas (bárbaros), nómadas, cazadoras y recolectoras, provenientes de Aridoamérica, comenzaron a desplazarse hacia el sur, integrándose con los pueblos agrícolas sedentarios de Mesoamérica. De esta manera podemos mencionar a los más importantes grupos chichimecas:
· Toltecas chichimecas, grupos chichimecas, asimilados a los restos de los toltecas, que penetraron desde el norte encabezados por su caudillo Mixcóatl.
· Olmecas xicalancas, grupos mixtecas, asimilados a los restos de los olmecas, que penetraron desde el sur.
· Chichimecas, grupos netamente chichimecas, provenientes del norte, acaudillados por Xólotl.
· Nahuatlacas, últimos grupos chichimecas que emigraron desde Aridoamérica hacia el centro de México.
Los aztecas o mexicas formaban parte de esta última migración chichimeca. Su peregrinaje inició en el año 1111 y, al llegar al Valle del Anáhuac, encontraron todos los territorios ya ocupados, por lo que vagaron durante años sin poder establecerse. Los tecpanecas de Azcapotzalco les permitieron establecerse en Chapultepec. Ahí fueron sometidos por el señorío tolteco-chichimeca de Culhuacan y se asentaron en Tizapan. Durante este periodo, mexicas y culhuas se vincularon a través de matrimonios (de ahí que posteriormente los mexicas se autonombraran culhua-mexicas, como legítimos herederos de los toltecas a través de los culhuas). Para obtener su libertad, los mexicas se emplearon como mercenarios de los culhuas y conquistaron Xochimilco para el señorío de Culhuacan. Ya libres, los mexicas se movieron temporalmente hacia Iztapalapa y, posteriormente, se establecieron en un islote del occidente del lago de Texcoco, fundando su ciudad, Tenochtitlan, en 1325, quedando sujetos al señorío de Azcapotzalco. Se pueden marcar 3 etapas en el ascenso al poder de los mexicas a partir de la fundación de su ciudad:
· Etapa de la hegemonía tecpaneca (1325-1428). En esta etapa, los culhua-mexicas actúan como mercenarios al servicio de Azcapotzalco, ayudando a la rápida expansión de dicho señorío desde 1367. Manteniendo una inteligente actitud amistosa hacia Culhuacan y sumisa hacia Azcapotzalco, los mexicas lograron mantener un delicado equilibrio durante un siglo.
· Etapa de la Triple Alianza (1428-1500). En 1425 asumen el poder mexica los creadores del Estado culhua-mexica: el huey tlatoani Itzcoatl y el cihuacoatl Tlacaelel. Estos personajes logran constituir, en 1426, una Cuádruple Alianza (Nautecan Tlatoloyan) (Tenochtitlan, Texcoco, Cuauhtitlan y Huexotzinco) que paulatinamente fue arrebatando dominios al señorío de Azcapotzalco. En 1427, se crea una nueva alianza, la Triple Alianza (Excan Tlatoloyan) (Tenochtitlan, Texcoco y Tlacopan), que logra capturar y destruir el señorío de Azcapotzalco en 1428. Bajo el liderazgo de Texcoco, la Triple Alianza dominó el Valle del Anáhuac y gran parte de Mesoamérica durante los siguientes 70 años.
· Etapa de la hegemonía culhua-mexica (1500-1521). Los culhua-mexicas se impusieron a sus dos aliados, Texcoco y Tlacopan, situándose Tenochtitlan como líder absoluto de toda Mesoamérica. La Triple Alianza se debilitó a causa de esta supremacía de los mexicas, quebrándose totalmente en 1521 cuando Texcoco abandona la Alianza y se alía con los españoles en la guerra contra Tenochtitlan.
El momento crítico que definió los aspectos ideológicos y socioeconómicos de la etapa hegemónica culhua-mexica sobre Mesoamérica fue la derrota de los tecpanecas de Azcapotzalco en 1428 ante las fuerzas de la Triple Alianza. La subsiguiente apropiación y distribución de sus tierras entre los vencedores tuvo importantes consecuencias en el régimen de propiedad y en la organización social azteca; tras esta victoria, sobrevinieron las reformas de Tlacaelel, en su calidad de cihuacoatl (Primer Ministro), encumbrándose una nobleza que controló el Estado, la guerra y la religión. Se dictaron medidas que profundizaron las diferencias entre nobles y plebeyos, se centralizó el poder político, se reorganizó la administración pública, se controló y propagó la ideología “militarista” a través de la religión, se fortaleció al clero y se brindaron beneficios a los méritos militares. Desde ese momento comenzó la organización característica de gobierno, de modo de tributación y de tenencia de la tierra.
a) Organización Socioeconómica. La economía mexica, se basaba en una estructura de dominación definida por la existencia de dos clases sociales fundamentales: los nobles (pipiltin), la clase dominante que controlaba los medios de producción, y los plebeyos (macehualtin), la clase trabajadora tributaria; los medios de producción fundamentales en esta economía eran la tierra y el trabajo, controlados por el Estado. La nobleza incluía dos jerarquías: la gubernamental, integrada por el huey tlatoani (gran señor, rey o emperador), los tlatoque (señores, altos funcionarios), los tectecuhtin (señores locales, guerreros y funcionarios) y los pipiltin (nobles o cortesanos); y la religiosa, integrada por el tecuhtlamacazqui (pontífice), el mexícatl teohuatzin (vicario general), los huey tlenamacatin (sumos sacerdotes), los tlamacazque (sacerdotes) y los coacuillique (párrocos). De la misma forma, describen que los plebeyos se dividían en cinco grandes grupos: los pochtecatin (comerciantes), los toltecatin (artesanos), los macehualtin (campesinos), los mayeque, tlamemeque y tlalmactin (braceros, cargadores y jornaleros), y los tlacotin (esclavos). Bajo este esquema social, se presentaba una compleja red de relaciones que determinaban la tenencia de las tierras productivas. En principio, podemos distinguir dos grandes sectores sociales: quienes poseían tierras y quienes no las poseían, existe evidencia de que para cada institución o para cada clase social había distintos tipos de tierras ocupados por esas instituciones o individuos. Existe un debate entre los autores al considerar, en este contexto, el real significado del término ‘posesión’. Para algunos, no es sinónimo de ‘propiedad’ y proponen que el término más adecuado para describir esto sea el de ‘repartición’, así, Bartra, Carrasco y Ortega afirman que existen indicios de que los distintos estratos de la nobleza disfrutaban de tierras, no como individuos, sino como suprema autoridad estatal o servidores de alguna institución pública. Otros autores, como Caso, Katz, Moreno y Feldman, basándose en fuentes historiográficas clásicas, afirman que las tierras patrimoniales constituían, auténticamente, una forma de propiedad privada que transformaba a la nobleza azteca en una especie de aristocracia terrateniente prefeudal y despótica. En todo caso, lo que sí es claro es que los posesionarios de tierras se podían dividir en nobles (pipiltin) y plebeyos (macehualtin). Existían varios tipos de tierras, que se pueden clasificar en tres grandes grupos:
A) Tierras públicas. Destinadas al sostenimiento de las instituciones y funciones públicas (Estado):
1. Tecpantlalli o tecpanmilli, tierras del palacio, cultivadas por un grupo especial, los tecpanpouhque o tecpantlaque, para la manutención del palacio.
2. Teopantlalli o teocamilli, tierras del templo, destinadas a la manutención del clero, del culto y de los templos.
3. Milchimalli, tierras de escudos, y Cacalomilli, tierras de provisiones, trabajadas por otro grupo especial, los cacalomilque, destinadas a los gastos de la guerra.
4. Telpochcatlalli, tierras de las escuelas militares, y Calmecatlalli, tierras de las escuelas religiosas, trabajadas por los jóvenes guerreros y sacerdotes que ahí aprendían, y destinadas a la manutención de los pupilos, los mentores y las escuelas.
B) Tierras patrimoniales. Destinadas a la manutención de los diversos funcionarios (nobles):
1. Tlatocatlalli o tlatocamillii, tierras del tlatoani, cultivadas por la población para la manutención del personal de servicio del gran señor o para la gratificación de nobles y guerreros por servicios distinguidos.
2. Teccalli o teccamilli, tierras del tectecuhtli, cultivadas por otro grupo especial, los teccaleque, para la manutención de los señores locales y sus dependientes.
C) Tierras comunitarias. Destinadas a la manutención de la población en general (plebeyos):
1. Altepetlalli, tierras de las aldeas o pueblos, y Calpullalli, tierras de los barrios, trabajadas por las comunidades campesinas para satisfacer sus propias necesidades y para pagar tributos al Estado.
b) Organización Tributaria. El crecimiento poblacional en el Valle de México agotó toda la tierra disponible, y los aztecas no tuvieron manera de incrementar la superficie agrícola disponible. Por esta razón, completaron su escasez de tierras a través de la expansión militar. El poder económico y demográfico del Valle de México, combinado con una organización político-militar estrechamente ligada a la organización hidráulica, les permitió salir a la captura de las poblaciones y de los recursos de los valles vecinos. La Triple Alianza inició un proceso de expansión militar que pronto dominó gran parte de Mesoamérica. Hacia el año 1500, los culhua-mexicas se impusieron a sus aliados de Tlacopan y Texcoco, quienes quedaron como aliados secundarios de Tenochtitlan a partir de 1515; desde entonces, los tributos, que antes se recogían separadamente por los integrantes de la Triple Alianza, fueron centralizados en Tenochtitlan para luego ser repartidos con sus aliados menores. Hacia el año 1519 había alrededor de 400 pueblos, organizados en 38 provincias, que tributaban a Tenochtitlan. Queda claro, entonces, que los tributos y el comercio eran las actividades que generaron y apuntalaron la riqueza y la hegemonía mexica. En los territorios conquistados, los guerreros vencedores recibían concesiones de tierras, las Yaotlalli, tierras conquistadas, trabajadas por las poblaciones conquistadas bajo severas condiciones de explotación. Su producción estaba destinada a sufragar gastos de guerra y a la manutención de pequeñas colonias-guarniciones que vivían en esas tierras, en guardia contra las rebeliones de las zonas sojuzgadas. No obstante, el verdadero valor de las conquistas radicaba en los tributos, no en el dominio territorial. Cada vez que los aztecas conquistaban una provincia, la sumisión e inclusión de las étnias sometidas las obligaba al pago de un tributo, fijado por los vencedores, y a garantizar el libre y seguro paso de las caravanas de comerciantes. De esta manera, la mayor acumulación de bienes en Tenochtitlan llegaba como tributo de las provincias sometidas; de allí la gran importancia de la guerra para sostener y ampliar la base económica azteca.
Los términos de la inclusión dentro de la hegemonía culhua-mexica dependían de la forma en que se realizara tal sometimiento: si la sumisión había sido pacífica, los términos eran benignos; en caso de oposición y derrota por medio de las armas, los términos variaban en relación con la resistencia presentada. Así, se pueden reconocer tres formas de organización tributaria:
1. Los pueblos que se resistían tenazmente contra el dominio mexica, eran totalmente sometidos, perdían el derecho a explotar libremente su territorio y a elegir jefes o señores propios, por lo que el Estado les imponía un calpixque (mayordomo, cobrador de tributos) para administrarlos y supervisarlos.
2. Los pueblos que habían presentado una resistencia menor al dominio mexica, eran sometidos parcialmente, conservaban su autonomía territorial y política, pero el Estado les imponía un calpixque para supervisar su producción tributaria.
3. Los pueblos que se sometían pacíficamente y sin resistencia, conservaban completamente su autonomía y llevaban ellos mismos el tributo a Tenochtitlan.
La unidad básica del sistema tributario era el altepetl (pueblo, aldea) o el calpulli (barrio). La responsabilidad de tributar era colectiva; no se asignaba tributo a individuos o a familias, sino al conjunto del altepetl o del calpulli.
Existían básicamente dos formas de tributar al Estado: laboralmente o en especie. Los nobles tributaban cumpliendo funciones al servicio del Estado, como jueces, embajadores, funcionarios, etc. Los mayeque, tlalmactin, tlamemeque y tlacotin tributaban laborando en los campos y los palacios de los nobles. Los artesanos podían tributar también laboralmente en la edificación de templos, palacios y obras públicas (acueductos, canales y diques). La tributación en especie (tlacalaquilli) consistía en alimentos, materias primas y productos elaborados, el mayor porcentaje de estos productos se destinaba directamente a cubrir las necesidades sociales, otra parte se empleaba como mercancías intercambiables en las redes comerciales culhua-mexicas. Esta era la manera de tributo predominante que sostenía a toda la economía tributaria basada en las zonas rurales. Las comunidades agrícolas (tecallec, calpullec, chinancallec y cacalomillec), los artesanos y los comerciantes tributaban de esta manera al Estado o a la nobleza. El tributo agrícola era, por tanto, la renta pagada por las comunidades campesinas al soberano por el uso de la tierra. La inmensa mayoría de los bienes acumulados por la clase dominante llegaba como tributo en especie o como bienes producidos directamente en las tierras reales que el huey tlatoani tenía en cada pueblo bajo la dirección del calpixque local.
c) Naturaleza del Estado Culhua-Mexica. El análisis teórico de la sociedad culhua-mexica arroja elementos contradictorios. Por una parte encontramos aspectos que permiten su caracterización como despótica comunitaria o tributaria: despótica en cuanto a su forma institucional de gobierno y tributaria en cuanto a los mecanismos de extracción y concentración de la riqueza socialmente producida en las comunidades. La clase dominante estaba organizada como personal gobernante y recibía sus ingresos como tributo y servicios personales de los macehuales. El papel jugado por el Estado en la economía concentraba el poder económico y político en manos del huey tlatoani, generando el despotismo que ejercía sobre la sociedad y sobre los pueblos dominados. Sin embargo, el huey tlatoani no era tan libre como se ha supuesto, estaba controlado y tenía deberes que cumplir con el pueblo asegurando la prosperidad pública, lo cual sugiere que no se puede hablar de un despotismo tal como hoy lo entendemos. Más aún: es posible que la legitimación y el poder social de la nobleza azteca derivara de un sistema fundado en la familia gentilicia (el calpulli) que permitía la transmisión de la capacidad o posesión de mando, no de bienes, por línea materna, a la manera del comunismo primitivo. Por otra parte, los comerciantes (pochtecatin) representaban un modo de organización que se contraponía con los intereses de la clase dominante, cuyo poder se basaba en el tributo, y existe alguna evidencia de que hacia 1519 estos comerciantes estaban aumentando su poder económico y político. Probablemente, a la llegada de los españoles, la sociedad culhua-mexica estaba en el preámbulo de una nueva etapa de evolución socioeconómica.
Ahora bien, dadas las características de la sociedad azteca, ¿cómo se explica la relativa ausencia de conflictos internos en el orden social culhua-mexica? Se han aventurado varias explicaciones:
1. Existía un profundo sentimiento de solidaridad social, resultado de siglos de sometimiento.
2. Debe considerarse la importancia ideológica de la religión y del sentimiento de “misión divina” que los aztecas creían tener en la tierra.
3. Históricamente, los aztecas estaban aún en pleno ascenso, tenían éxito y los cambios sociales eran relativamente indoloros para los grupos afectados.
4. La nobleza azteca no constituía aún un sistema de casta o clase cerrado.
Esto, sin embargo, no es tan cierto con respecto a los pueblos dominados. Hacia 1500 los mexicas habían alcanzado los límites geográficos de su imperio y, por tanto, cuando llegaron los españoles en 1519, menos de una generación separaba a muchos pueblos de su originaria condición de independencia. Los pueblos dominados vivían en condiciones onerosas, inestables e inseguras, por lo que la llegada de los españoles significó, para la mayoría de las comunidades tributarias de Tenochtitlan, la oportunidad de liberarse del sometimiento culhua-mexica. Esto generó lo que varios autores denominan ‘la gran paradoja de la conquista’: los conquistadores españoles no eran menos de 600 ni más de 1,000, mientras que sus aliados mesoamericanos sumaban, según algunas fuentes, entre 50,000 y 80,000 guerreros. Por lo tanto, puede decirse que la caída de Tenochtitlan fue obra de las etnias y tribus mesoamericanas tributarias, antes sometidas al dominio azteca, y no de los españoles.
Gracias, muy bueno.
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